¿Alguna vez abriste la heladera cinco veces en diez minutos esperando que aparezca algo distinto? ¿Alguna vez te comiste una caja entera de alfajores porque estabas triste… y después estuviste triste porque te la comiste? Bueno, no estás solo: eso tiene nombre y apellido (aunque no figura en el DNI) y se llama alimentación emocional.
La nutricionista Celeste Gutman nos tiró la posta: «El hambre no es selectivo; el emocional sí y es urgente». O sea, el hambre emocional no pide permiso ni mira la carta: entra como loco a buscar papas, chocolate o cualquier cosa con más grasa que una empanada en feria.
El hambre de verdad, el fisiológico, es como un vecino amable que golpea la puerta: “Hola, vengo a pedir un poco de nutrientes, no importa si es arroz o una manzana”. El hambre emocional, en cambio, es como tu ex tóxico: aparece de golpe, te exige comida chatarra y si puede, te hace sentir culpable después.
Según Gutman, esto no se trata solo de “me pintó el bajón y le entré a la Nutella”. Hay raíces profundas: infancia, cultura, y ese tío que te decía “comé para que seas fuerte” mientras te cebaba la cuarta milanesa con papas.
Fácil. Si te estás por bajar media torta y sabés que no tenés hambre pero igual lo hacés “para sentirte mejor”, estás siendo víctima del famoso: “comer para anestesiar las emociones”. ¿Y sabés qué? Las emociones no se anestesian, se sientan a comer con vos.
Y si sos de los que, en vez de comer, se cierran como moluscos cuando están mal… también es un problema. Porque tanto atiborrarse como no probar bocado son dos caras de la misma moneda: una moneda que viene con ansiedad de regalo.
No es dejar el chocolate y pasarse a las zanahorias. Es ir a terapia, caminar, llamar a una amiga, gritarle al aire o escribirle a tu ex sin apretar «enviar». Y si la cosa está muy densa, la experta recomienda algo más potente: psiconutrición. Sí, es como Avengers pero con una psicóloga y una nutricionista en lugar de Iron Man y Thor.
Si vas a la heladera sabiendo que no te espera nada ahí adentro que solucione tu vida, tal vez no sea hambre. Tal vez lo que necesitás es charlar, llorar, reírte o ver memes. Pero si igual abrís la heladera… bueno, al menos agarrá algo con fibra.