Hay que decirlo sin vueltas, sin vaselina, sin anestesia y sin “discurso institucional”: la provincia de Buenos Aires ya no es una democracia, es un showroom de los peronistas, algunos radicales y algunos libertarios con delivery de urnas. Allá no se gobierna, se hereda. No se vota, se reelige. No se debate, se acomoda. Lo que alguna vez fue una provincia, hoy es una Pyme familiar de intendentes, diputados y senadores provinciales, y concejales con fondos públicos, donde el único mérito es haber aprendido a contar votos y no muertos.
¿Y quiénes son los socios fundadores de esta monarquía mugrienta? El peronismo, con su ADN de caudillo y peaje. Los radicales con ADN «Kueider» de caudillo y peaje. Y no podían faltar los libertarios de cotillón, esos valientes paladines del “anticasta” que algunos terminaron votando al revés, primero el peaje y después el ADN de caudillo, o como empleados del Consejo Deliberante de Corea del Norte.
El robo se hizo a escondidas, de noche, porque ni para eso dan. Fue en diciembre de 2021, con pandemia, inflación, y la gente ocupada en sobrevivir. Ahí se colaron como ladrones en pijama, y se chorearon la alternancia democrática como si fuera una notebook en un bar de la peatonal.
Votaron una ley mugrienta con olor a servilleta usada, escrita por ellos, para ellos, y por las dudas, también para sus primos, sus novias y el perrito Bobby de la familia. El plan era claro: si no podes ganar elecciones como la gente, hace trampa como un campeón del truco con cartas marcadas.
Y así nacieron los reyes de cartón. El intendente que gobierna desde el siglo pasado podrá seguir «facturando» con cara de prócer usando a los pobres como coto de caza a cambio de una bolsa de mercadería. El concejal que no habló en 20 años —pero cobró como si fuese John F. Kennedy— seguirá cobrando por sus silencios. Y los senadores provinciales, que no saben ni cómo se llama su jurisdicción, podrán seguir chupando viáticos como si fueran influencers del presupuesto.
¿Y el pueblo? La gente que aplauda, que vote, que se ilusione, y que crea que elige… mientras en realidad lo eligen a él para pagar la fiesta. Todo se cocina en una rosca más cerrada que el baño del Papa, se sirven el café con leche que viene con cuotita de poder sobre los vasallos, y la medialuna party incluye cargos para toda la familia y el gato de dos patas, y además departamento del IPV para la madre del gato.
Algunos radicales, que antes se tatuaban la Constitución en el pecho, ahora la usan de mantel para los asados con intendentes vitalicios, le presentan al Intendente vitalicio la prima del gato de dos patas, que casualidad también es un minino con calzas atigradas.
Los peronistas, que decían representar al pueblo, ahora se representan a sí mismos, pero con gato modelo Insaurralde, y el contrato como chofer y vianda incluida para el hermano del gato. Y algunos libertarios, los libertarios… esos anticasteros de TikTok, que terminaron votando lo mismo que los que prometían dinamitar. En vez de pólvora, llevaron birome, y a los gritos decían «*Si juro!!, …Si juro!!, …donde tengo que firmar!!*»
¿Dónde quedó la ética republicana? ¿Dónde está la casta que iban a combatir? ¡Si la terminaron mimando, acariciando y votando como si fueran noviecitos de secundario en la plaza Laprida!
La provincia de Bs. As. es ahora una corporación de apellidos y peajes partidarios. No hay alternancia, hay rotación. No hay debate, hay reparto. No hay renovación, hay revoleo de cargos entre esposas, maridos, sobrinos y asesores que no asesoran nada, (perdón me olvidé que al hermano del gato lo ascendieron de chofer a jefe de asesores).
El intendente gobierna 30 años, y bueno, después al bronce, porque ya no se van ni con sal gruesa.
Y encima, todo esto se blinda con la excusa de la «autonomía municipal». Claro, porque chorear con papeles sellados es mucho más elegante. Pero si la Constitución dice que esto tiene que ser una república, entonces la reelección eterna es una contradicción de flagrancia con título de ley. O peor: una parodia institucional con firma y sello de escribano, de esos que se hacen los huevones y se guardan páginas en blanco.
Hoy hay intendentes con cinco, seis, siete mandatos. Radicales que hablaron de renovación y terminaron votando el formaldehído democrático. Libertarios como Nahuel Sotelo, tan valientes que firmaron la ley con la misma mano con la que levantan la bandera del “que se vayan todos”. Pero solo si no son ellos.
Esta es la verdadera clase: la que no necesita partido porque tiene grupo de WhatsApp. La que no necesita ideas porque tiene presupuesto. La que no necesita elección limpia porque tiene clientela fija empobrecida a cambio de una bolsa de mercadería, y porque no una bolsita de merca también.
Y lo más grave es que ya nadie se espanta. Nadie se indigna. Nadie dice: “che, ¿no es raro que en este pueblo el intendente se llame igual desde que tengo memoria?”. Nadie se pregunta cómo es que siempre ganan los mismos.
La Pcia. de Bs. As. no es una provincia. Es un Reino del Revés, donde se puede votar, pero no elegir. Donde la urna es un simulacro, la lista una tomada de pelo, y la democracia, un sticker institucional, con todo el peligro que esta gran idea se derrame al resto de las provincias.
Peronistas, radicales, libertarios, funcionales: todos traicionaron la República que está determinada en la Constitución Nacional. Todos votaron por su propio beneficio. Todos merecen el repudio, y como dijo el gran filósofo Alcides Victoriano Kagarna ( Pte. del Partido De La Corrupción Institucional, actualmente detenido injustamente en el Penal de Chimbas): «Sergio querido, a los giles hay que decirles *Pueblo*, porque si se les dice *Gente* no se les puede chorear, ¡en cambio, al pueblo si!…».