Bienvenidos a Argentina, la tierra prometida donde los unicornios se extinguen y los ñoquis se reproducen. Acá no sabés si estás viviendo en una nación o protagonizando una sitcom escrita por un guionista drogado con Plan Platita y clonazepam.
¿Querés un resumen de lo que somos?
Un país donde el dólar es religión, la corrupción es tradición, y la meritocracia… una leyenda urbana como el chupacabras o el boleto barato.
Donde el político promedio es un influencer de TikTok con traje y media neurona. Gente que maneja un país sin haber podido manejar su propia tarjeta SUBE.
Y hablemos de los libertarios. Vinieron a dinamitar todo, pero se olvidaron de traer la pólvora. Usan palabras como “anarcocapitalismo” mientras piden subsidios para imprimir folletos. ¿Querés menos Estado? Empezá por irte del Congreso, rey.
¿Y los peronistas? Esa especie endémica que está siempre a favor del pueblo… salvo que haya que rendir cuentas. Lloran por Evita mientras reparten cargos como si fueran escarapelas. Se pelean entre ellos, pero no sueltan la caja ni con tenazas. Lo único que reparten sin mezquinar es miseria.
¿La oposición? Una fotocopia desteñida de la decepción. Cambiemos de nombre, de caras, de discursos… ¡pero nunca de fracasos! Están más perdidos que D’Alessandro en el VAR.
Y en el medio está el argentino promedio: ese Jedi del rebusque. El que sobrevive con tres laburos, seis aplicaciones y un nivel de ansiedad que haría llorar a Freud. Vive diciendo “esto no da para más” desde 1976 y, sin embargo, siempre da para un poquito más. Más aumentos, más ajuste, más relato, más humo. Argentina es el único país donde el humo contamina más que los autos.
La clase media se extingue como el Rivotril en una guardia. Y los medios de comunicación, ni hablemos: o te venden esperanza con sobre cerrado, o te venden desesperanza con PNT de gel íntimo.
Y sin embargo, seguimos. Porque el argentino es masoquista emocional: vuelve con su ex, vota a su exgobierno y se entusiasma con su exfracasado. Cree que va a salir adelante con fe, mate y memes. Spoiler: no.
Pero bueno, tranqui. Siempre puede ser peor. Y si no lo es, alguien se va a encargar de que lo sea.