PARÍS.- El 24 de abril, en la iglesia de Saint-Louis-des-Français en Roma, fue celebrada una misa de acción de gracias presidida por el cardenal Jean-Marc Aveline. Concelebrada por otros tres cardenales franceses, la ceremonia fue la ocasión para que el arzobispo de Marsella rindiera un inmenso homenaje a papa Francisco, cuyos funerales debían realizarse dos días después, confirmando además su posición de serio candidato al próximo pontificado.
Bajo la Apoteosis de San Luis, que decora el plafón de la nave de la iglesia francesa, la voz del cardenal Aveline resonó, solemne, describiendo el aura de Francisco, conservada hasta el último día.
“El papa Francisco tenía una estatura y una presencia que la debilidad de los últimos meses no consiguió doblegar. Todo lo contrario”, dijo, evocando sus recuerdos personales con el 266° papa de la Iglesia católica.
“Siempre recordaremos sus últimos actos (…) haciendo frente a los obstáculos de su enfermedad para dar una última bendición urbi et orbi. El cuerpo adolorido, pero el alma de misionero. Los gestos limitados, pero el corazón inmensamente abierto”, evocó, retomando los grandes temas defendidos durante 12 años de “un inmenso pontificado”, del rechazo de la guerra y del comercio de armas, de la atención a los pobres y a los migrantes y el respeto de la creación.
En estos últimos días, el nombre del cardinal Aveline es evocado cada vez con más frecuencia entre los “papabili”, esos cardenales que podrían convertirse en papa durante el cónclave que comienza este miércoles.