El purismo libertario no se negocia, y mucho menos se hereda el pecado de la casta. Con esta doctrina grabada en fuego (y motosierra), Javier Milei acaba de ejecutar otra purga en su gobierno: Sonia Cavallo, despedida sin derecho a pataleo por ser hija de quien no se debe nombrar.
La traición empezó cuando su padre, el inefable Domingo Cavallo, osó dar una opinión sobre la economía. Error fatal. Milei no lo pensó dos veces. Apenas escuchó el apellido en la tele, sus ojos se inyectaron en sangre y empezó a girar en círculos como un demonio poseído por el espíritu de Hayek.
—¡QUE SE VAYA YA! —gritó, mientras hacía girar la motosierra como un ninja con sobredosis de Red Bull—. ¡QUE NO QUEDE NI UN SOLO CAVALLO EN MI REINO LIBERTARIO!
Sonia, que no entendía qué pasaba, intentó explicarse:
—Presidente, pero yo no tengo nada que ver con lo que dice mi papá…
—¡BASTA, SOFISMAS! —bramó Milei, señalándola como si estuviera en un tribunal medieval—. ¡EL MAL ES GENÉTICO! ¿O ACASO ME VAS A DECIR QUE EL HIJO DE UN CHORRO NO ES CHORRO? ¡LA CASTA SE LLEVA EN LA SANGRE, COMO EL KEYNESIANISMO!
Karina Milei, con su túnica negra de Alta Sacerdotisa de la Pureza Anarcocapitalista, asentía con los brazos cruzados, mientras Benegas Lynch anotaba la sentencia en un papiro libertario:
«Artículo único: Ser hijo de la casta equivale a ser casta. Pena: Exilio inmediato.»
Acto seguido, Sonia fue escoltada a la salida con una banda sonora cortesía de Lilia Lemoine, que cantaba el la Marcha de San Lorenzo mientras agitaba un muñeco de Keynes en llamas.
Fuentes cercanas afirman que Milei, todavía en éxtasis justiciero, ya habría ordenado una investigación genealógica de todos sus funcionarios. Si se confirma que alguno tuvo un bisabuelo estatista o un tío abuelo sindicalista, el despido será inmediato y televisado en cadena nacional.
Se viene la depuración final, Argentina. Si tenés un antepasado peronista, mejor no salgas de tu casa.

