Con esta extensión, se abre la puerta a un flujo constante de visitantes y productos, fortaleciendo la conexión entre ambos países.
El camino no fue fácil. Desde el principio, Chile se había mostrado reticente, probablemente por las complicaciones climáticas y logísticas que suelen presentarse en los meses otoñales. Sin embargo, la insistencia del gobierno sanjuanino, sumada a los intereses comerciales y turísticos, parece haber sido clave para lograr este acuerdo. No se puede subestimar el peso que tienen estas negociaciones, en las que cada paso (nunca mejor dicho) cuenta.
Ahora bien, este logro plantea ciertos desafíos. ¿Estarán las autoridades de ambos lados listas para garantizar la seguridad del paso en condiciones más exigentes? ¿Habrá suficiente inversión para el mantenimiento del camino y los controles fronterizos? Y más importante aún: ¿cómo aprovechará San Juan este tiempo extra para potenciar su economía y estrechar aún más los lazos con Chile?
Más allá de las dudas, lo cierto es que esta extensión es un triunfo de la perseverancia y la visión estratégica. Una vez más, San Juan demuestra que sabe cómo hacerse escuchar, incluso cuando la respuesta inicial es un «no». ¿Será este el principio de una relación fronteriza más flexible y favorable en el futuro?