Este jueves por la mañana, la diputada Fernanda Paredes, con el detector de escándalos en nivel máximo drama, se apareció en Canal 13 para anunciar que habría habido un amotinamiento en un hogar de menores. Sí, un amotinamiento, como si los chicos hubieran tomado la Bastilla y pidieran pizza y derechos humanos al grito de “¡libertad, igualdad y más WiFi!”.
Pero tranquilos, porque ahí estaba él: Carlos Platero, el Ministro de Familia, el Batman de la niñez institucionalizada, el único que se mete a un hogar con problemas sin capa, sin linterna y sin miedo… y con una declaración que haría sonrojar a los guionistas de «Casados con Hijos».
“Fueron dos adolescentes jugando con un colero. Se tiraron un poco de los pelos. Las otras dos quisieron separar. Nada grave. Como un capítulo flojo de Gran Hermano”, dijo Platero, mientras tomaba mate con la izquierda y desmentía con la derecha. Un verdadero multitasker de la gestión pública.
¿Motín? ¡Por favor! Si eso fue un motín, entonces el recreo del turno mañana en cualquier escuela pública es un intento de golpe de Estado.
Pero ahí no terminó la cosa. Platero, con más paciencia que un maestro jardinero en marzo, le respondió a la diputada con esa elegancia pasivo-agresiva que solo manejan los políticos con experiencia y años de reuniones inútiles a cuestas:
“Me hubiera gustado que la diputada viniera a ver el hogar como lo recibimos nosotros. Básicamente, lo dejaron tan bien como el Titanic después del iceberg”.
Y por si quedaban dudas, le recordó que ella también fue diputada antes. ¿Dónde estaba cuando los chicos comían fideos con aire y dormían en colchones que tenían más historia que el Cabildo?
En resumen: mientras algunos ven motines, Platero ve adolescentes aburridas con acceso a coleros. Mientras otros tiran denuncias, él mete el pecho. Mientras algunos hacen acting en la tele, él entra al hogar con cara de “acá estoy, ¿quién me llamó?”.
Un héroe subestimado, un ministro sin antifaz, un Platero sin burro, pero con aguante.