Juega San Lorenzo, pero todos los ojos están enfocados en Iker Muniain. Es el primer partido del vasco como titular y todas las referencias apuntan a Isidro Lángara y Angel Zubieta, leyendas de la enciclopedia azulgrana. Hasta que este volante importado de Bilbao empieza a mostrar todo su talento, sobre todo en el segundo tiempo, cuando se mueve en su puesto natural. Toca de primera, piensa cada acción y hace un delivery al pie del compañero. Es pura jerarquía. Mejora a sus compañeros. Se hace cargo de un penal caliente y llega al gol en el amanecer del segundo tiempo. Por eso se gana la ovación.
De cualquier modo, el triunfo no hubiera sido posible sin el agónico cruce de Johan Romaña. Banfield, con un hombre menos por la expulsión de Cristian Núñez, peleó hasta el último minuto. San Lorenzo obtuvo un triunfo que lo impulsa desde el fondo de la tabla. Y la gente se va feliz, a pesar de los desniveles.
Cortado, con poco fútbol elaborado, con un montón de pelotas largas, polémicas, un árbitro desorientado, un gol anulado y otros dos de penal. Se protestó más de lo que se jugó en el primer tiempo. Y si hubo ocho minutos adicionados se debió, justamente, a la intervención del VAR. También, de la cantidad de faltas que hicieron unos y otros.
Terminó mejor Banfield esa etapa, no sólo por el empate a través del penal que marcó Bruno Sepúlveda y muy a pesar de la roja que recibió Núñez. Fue por su practicidad para jugar. Si los recursos no sobran, hay que jugar simple. Y bastó con ser directo y profundo, especialmente por el sector de Juan Alvarez, el más incisivo.
San Lorenzo tomó la iniciativa, pero no tuvo volumen de juego en esa etapa. Con la excepción de Muniain, el resto fue puro corazón. En lugar de dársela al vasco, siempre bien ubicado, sus compañeros eligieron cambiar de frente o jugar verticalmente. Ni Eric Remedi ni Elián Irala supieron armar un buen circuito. Y en este contexto, pocas veces le devolvieron una pared.
El gol de Nahuel Bustos estuvo bien anulado por la tecnología. Fue un derechazo inapelable de media distancia, pero previamente hubo una mano deliberada de Alexis Cuello. Sergio Martínez no lo había advertido y llamó José Carreras desde Ezeiza.
La siguiente jugada fue un penal discutible porque Núñez cargó de atrás a Cuello, pero quedaron dudas. Pareció lícito el desplazamiento. Martínez cobró sin dudar. Y Muniain, con personalidad, ejecutó como si el Nuevo Gasómetro fuera el patio de su casa en Bilbao. Se estiró Facundo Sanguinetti, pero no llegó a tapar el disparo.
San Lorenzo lo ganaba, pero poco había hecho para ponerse en ventaja. Y Banfield, agazapado para recuperar rápido y salir de contra, empezó a encontrar espacios. Hubo un hueco muy grande a espaldas de Irala que aprovechó el equipo del Sur. Y tras un error de Gastón Campi, no hubo gol de Alvarez porque Gastón Gómez tapó contra el primer palo.
Sin embargo, de ese tiro de esquina llegó la jugada del penal. Un manotazo de Gonzalo Luján que el sobrino de Federico Beligoy tampoco advirtió y necesitó revisar en el monitor ubicado en la mitad de la cancha. El árbitro corrigió su error y Sepúlveda lo igualó con un remate esquinado.
En el desenlace, Núñez bajó a Cuello, Martínez le mostró la segunda amarilla, pero tuvo que recurrir a sus anotaciones para recordar que el paraguayo ya había sido amonestado. Entonces, lo expulsó.
Gustavo Munúa, lógicamente, reforzó el medio con el ingreso de Yonatán Rodríguez y agregó un central, Luciano Recalde. Juan Bisanz y Gerónimo Rivera dejaron la cancha. Romagnoli ajustó arriba. Por fin, apostó a un centrodelantero puro, Federico Fydriszewski.
Sin embargo, la mejor decisión del Pipi fue prescindir de Irala y hacer eje del juego a Muniain. En sus pies se originó y terminó el gol. Fue clave el centro atrás de Cerutti que el vasco definió con un toque sutil en la arremetida.
Munúa hizo cambios ofensivos, terminó prescindiendo de los laterales y buscó arrinconar a San Lorenzo, que tuvo varias para definir de contragolpe, pero falló en el extremo final de la cancha. Pero ganó, a fin de cuentas. Con el gran nivel del vasco, que buscará meterse en esa profusa galería de ídolos extranjeros.