Luis Rueda amaneció indignado. El Senado rechazó la Ley de Ficha Limpia y él, presidente del Bloquismo, custodio de la ética pública y nuevo paladín de la decencia, salió a golpear el pecho con fuerza y a lanzar dardos, sobre todo hacia su viejo compinche político: Sergio Uñac.
Qué ironía. El mismo Rueda que durante años fue la sombra del exgobernador, que aplaudía con fervor cada vez que Uñac abría la boca (aunque fuera para pedir un café), ahora aparece como el gran desilusionado. Como si no supiera con quién compartía la sobremesa en Casa de Gobierno. Vamos, Luisito. No nos subestimes. Que tengas memoria selectiva es un problema tuyo, no nuestro.
Ahora dice que está “sorprendido” porque Uñac votó en contra del proyecto. ¿Sorpresa? ¿En serio? ¿También te sorprende que el agua moje? ¿O que el pan suba? Hace rato que Uñac viene dejando en claro que la coherencia no es su fuerte. Pero claro, mientras las sillas se repartían bien y los decretos fluían como vino en vendimia, ahí no había ninguna sorpresa. Todo era armonía, abrazos y selfies con filtro institucional.
Lo más divertido es que Rueda presenta al Bloquismo como un faro de pureza en medio de la tormenta moral. Sí, el mismo Bloquismo que lleva décadas prendido al poder como garrapata a perro de campo, ahora se pinta como la nueva resistencia ética. La indignación súbita de Rueda es digna de una telenovela de la siesta: lágrimas, traición, y la música de fondo de una zamba triste.
Lo cierto es que, aunque el proyecto de Ficha Limpia se cayó, el show de la hipocresía política sigue más vivo que nunca. Y Luis Rueda, que hasta hace poco era parte del elenco estable del uñaquismo, ahora se nos presenta como crítico despierto. Bienvenido, Luis. Llegaste tarde, pero por lo menos viniste con ganas de hablar.
Solo te pedimos algo: la próxima vez que te sientas traicionado, no lo digas como si fueras un alma inocente. Porque en este juego todos tienen sus fichas… y varias están bastante sucias.