¿La Cámpora va a marchar a Comodoro Py? ¿En serio? ¿O están esperando que Netflix saque un documental para saber si vale la pena militar de nuevo? Porque últimamente se parecen más a una franquicia del pasado que a una fuerza política: son como el Blockbuster del kirchnerismo. Te ofrecen épica, pero en VHS y con moho.
La idea de la marcha era bancar a Cristina. Pero como todo lo que organiza La Cámpora últimamente, puede salir mal. Así que armaron una alternativa estratégica. Lo cual es lógico: si hay algo que manejan a la perfección es la planificación del fracaso.
El Plan A era llevar gente a Comodoro Py. La variante parece que es no ir… pero hacer como que sí. Quizás organizan una “Marcha conceptual”: la militancia se queda en la casa, pero postea en redes una foto de cuando fueron al recital de La Renga con un cartel que diga “No fue lawfare, fue amor”.
Y si no, arman una caravana de dos autos y un Uber con calcomanías de Néstor pegadas con cinta scotch. Total, con eso ya hay épica. Lo importante es que se vea que “el pueblo banca”. Aunque el pueblo real esté laburando, cobrando en dos cuotas y esquivando al almacenero al que debes una torta.
Lo que nadie se anima a decirles es que la mística no se revive con hashtags. Ni con remeras de “Cristina eterna” mientras se discute si el enemigo es Milei, Magnetto, la Justicia, la inflación, o la falta de señales del FMI. Son como una banda tributo al kirchnerismo del 2008: hacen playback, se visten parecido, pero ya no convencen ni al que vende choripán.
Eso sí, cuando hay que ubicar cargos, cheques o pasajes al sur, ahí aparecen todos: como Gremlins mojados en presupuesto nacional. En eso, siguen siendo veloces, organizados y altamente eficientes. La Cámpora no milita: terceriza emociones y terceriza cargos.
Y mientras Cristina juega al “estoy, pero no estoy, pero capaz vuelvo, pero sin decirlo”, ellos le arman la escenografía: carteles, globos, y si pinta, un mapping en Plaza de Mayo que diga “CFK 2025 – La venganza de la abogada exitosa”.
La realidad, compañeros, es que no hay Plan A, ni Plan B, ni Plan Z. Sólo hay un looping de egos, culpas y frases como “el neoliberalismo nos quiere divididos”, mientras se pelean entre ellos para ver quién consigue primero un carguito con aire acondicionado y viáticos.
Porque eso es La Cámpora hoy: una guardia pretoriana sin emperatriz, un ejército de memes con ínfulas de revolución y una fábrica de slogans donde lo único que funciona es la fotocopiadora del relato.
¿Y entonces qué hacen nuestros héroes de remera ajustada con la cara de Evita? ¡Plan estratégico de alternativa!.
No vaya a ser cosa que el pueblo se dé cuenta de que están más perdidos que D’Elía en una biblioteca.
Porque cuando hay olor a citación judicial, los camporistas se calzan la vincha de “militancia épica”, se ponen en modo Vic Morrow de Combate, y ensayan coreografías de «resistencia» en el baño de la Unidad Básica.
El problema es que ya no los sigue nadie. Porque el pueblo está ocupado tratando de sobrevivir y no puede ir a Comodoro Py… ¡ni en colectivo ni en alegoría revolucionaria!
Mientras tanto, ellos están diseñando el Plan B con la minuciosidad del empresario de minero antes de llevarle el «agradecimiento» al funcionario en la estación de servicio frente al aeropuerto…¡ups! se me escapó.
—“¿Y si hacemos una vigilia con velitas?”
—“¿Y si llenamos Twitter de corazoncitos con la cara de CFK?”
—“¿Y si cantamos ‘Resistiré’ en TikTok pero con estética peronista-mística?”
—“¿Y si no hacemos nada, pero decimos que hicimos todo?”
¡Genios!
La Cámpora es eso: la juventud que envejeció y nunca maduró. Es la única organización del mundo que se autopercibe Che Guevara, pero funciona como una pyme familiar para enriquecerse, pero con delivery de épica.
Son la versión política de “Peter Pan”, pero con cargo público los que lograron salvarse. Un jardín de infantes blindado con pauta oficial, donde reparten chicles ideológicos y pecheras bordadas con culpa militante.
Cristina ya no sabe si esconderse detrás de ellos o pedirles que no hagan más papelones.
Ella se retiró, pero no se fue. Ellos marchan, pero no llegan. Son soldados, pero de peluche.
Les das un fierro ideológico y te arman un grupo de WhatsApp para debatir cuál emoji usar en la resistencia.
El Plan B, entonces, es seguir inventando épicas porque no pueden mostrar gestión. Es hacer ruido para que no se escuche el silencio atroz del fracaso.
Y así van, tambaleando por la historia como si fuera una pasarela de slogans vencidos.
La Cámpora: el único movimiento que lucha por el pasado, y en un ring destartalado.