El 1ro de abril Sofia Arozamena bajó del departamento en que vive en Caballito con su pareja, MatÃas Tissera, para hacer las compras y cumplió con el ritual de llamarlo para desearle suerte, como cada vez que este viajaba con algún plantel para jugar un partido. El delantero de Huracán era parte de la delegación que se dirigÃa a Brasil para enfrentarse con Corinthians por la Copa Sudamericana y ella querÃa saludarlo antes del despegue.
Pero esta vez su esposo no atendió el llamado y aunque le pareció raro, siguió con su recorrida por el barrio. A los pocos minutos, Tissera le devolvió un mensaje que la paralizó. «Sofi no me llames, estoy detenido», le contestó su marido y el mundo se detuvo mientras que ella, con lo que le quedó de reflejos, llamó a su familia para que se encargaran de su hijo Felipe a la salida del jardÃn, desesperada por llegar al Aeropuerto de Ezeiza.
En el trayecto conoció más detalles porque entre el abogado y los representantes de su marido le pusieron el contexto: habÃa un pedido de captura por extorsión, pero no mucho más.
«Me dejaron verlo 10 minutos y MatÃas me dijo: ‘por favor Sofi, hagan algo no merezco estar acá, no hice nada’ y yo le respondÃ: ‘Mati hay una denuncia por extorsión, decime cómo fueron las cosas'», relató SofÃa en el programa Fusión Quemera, que trata el dÃa a dÃa de Huracán. «Sofi, estábamos en Bulgaria, no hice nada», dice que le dijo Tissera antes de que se lo llevaran de Ezeiza al penal de Córdoba, donde permanece desde entonces.
Tissera está alojado en el penal de Bouwer, en Córdoba, y tras la declaración del martes, espera que la semana próxima la fiscalÃa le otorgue la libertad, aunque siga el proceso en el que está imputado por la supuesta extorsión que un tercero hizo en su nombre, a un empresario que lo habrÃa estafado.
«Pensé que en un rato volvÃa a casa, pero los dÃas empezaron a pasar. La jueza le pidió a la fiscal que declarara de manera urgente y se tomó 15 dÃas para hacerlo», indicó SofÃa, que explica en sus términos lo que la defensa de su marido presentó para interponer a la detención: no existe peligro de fuga.
«No entiendo la parte de la fuga: tenemos un contrato de alquiler en dónde vivimos, MatÃas un contrato de trabajo en Argentina con Huracán, la matrÃcula en un colegio para nuestro hijo», enumera SofÃa, que en vÃsperas de Semana Santa dejó Caballito y viajó a Rojas, su terruño y el de Tissera.
La decisión la tomó el miércoles, después de que la llamaran del jardÃn para decirle que su hijo Felipe tenÃa fiebre y pedÃa por su papá. Lo último que sabe el niño es que su padre viajó a Brasil a jugar el fútbol y que aún no regresó.
«Mi hijo está enojado conmigo. Hace más de 15 dias que no lo ve, cree que está en Brasil porque al avión se le rompió un ala y el equipo no puede volver», reconoció SofÃa, que no enciende el televisor para que el chico no escuche lo que verdaderamente sucede.
Además del fin de semana largo, el sistema judicial de Córdoba está funcionando a cuenta gotas por una serie de paros que no permiten que los expedientes se muevan. Mientras tanto, Tissera sigue en Bouwer sin contacto de su familia, porque no quiere que lo vean allÃ.
«No sé como hago para sostener el dÃa a dÃa. Creo que es por Felipe y por la familia. Y la contención del pueblo entero… Esto va a pasar, es una injusticia, después veremos quien hizo las cosas mal, pero MatÃas tiene que estar acá con su familia y trabajando de lo que le gusta. Llego a la noche y mi hijo pregunta por su papá y yo tengo que estar fuerte para decirle que en unos dÃas viene, hacerlo dormir y que después empiece mi calvario de llorar sin parar», graficó en la misma audición partidaria.
SofÃa cambió su rutina, sabe que a las 11:50 Tissera puede contactarse desde un teléfono público en el penal. A veces puede llamar, y otras no, pero cuando lo hace, la llamada es de apenas cinco minutos. «Me pregunta novedades y me dice ‘me quedan 30 segundos, te amo’ y ser corta. Ayer pudo hablar con Feli y decirle que lo extraña y lo ama», confesó al borde de las lágrimas.
Desde que comenzó abril, el único contacto con su marido es telefónico. En apenas cinco minutos de una llamada que nunca alcanza, ambos intentan que el otro no se de cuenta el tamaño de su pesar.
«Cuando hablamos estamos mintiéndonos para darnos fuerzas: el dice que está bien y que no le falta nada. Yo le digo lo mismo todos los dÃas: ‘sos fuerte mi amor, sos inocente, te deseo todo lo bueno y sabé que de ahà vas a salir más fortalecido que nunca, aguantá, aguantá’ ¿Que le puedo decir, si él no puede hacer nada?», se sinceró.