ROMA.- En el cónclave que comenzará este miércoles, el cardenal elector más joven es el australiano de adopción Mikola Bychok, de 45 años, originario de Ucrania, obispo de la eparquía de los Santos Pedro y Pablo de Melbourne de los ucranianos. Pero hay muchos otros colegas muy jóvenes. Uno de ellos es el cardenal Frank Leo, arzobispo de Toronto, de apenas 53 años y que, a diferencia de muchos otros, en una entrevista con LA NACION en un bar de Borgo Pío, cerca del Vaticano, aseguró que intentaba vivir este momento de gran expectativa, previo al cónclave, sin reunirse con otros purpurados, sin ver noticias, sin estar pendiente de los medios, las redes o de su celular, sin influencias externas, sino concentrado, rezando.
Hijo de inmigrantes italianos de clase trabajadora, licenciado en Filosofía y con un doctorado en Teología, el cardenal Leo, muy afable, habla diversos idiomas -italiano, español, francés e inglés- y, amén de tener experiencia pastoral, se destaca porque en el pasado también pasó por la diplomacia vaticana. Entre 2006 y 2008 estudió en la Pontificia Academia Eclesiástica de Roma; entró luego en el prestigioso servicio diplomático de la Santa Sede, donde trabajó seis años, en los que estuvo en Australia y en la misión de Estudio de la Santa Sede en Hong Kong. Pero decidió irse del servicio diplomático al darse cuenta que prefería estar entre la gente, como pastor. En 2012 regresó a Montreal, donde comenzó una carrera meteórica. Fue nombrado director y docente de Dogmática en el Seminario Mayor y director del departamento de Derecho Canónico de otro instituto. Entre 2015 y 2021 fue secretario de la Conferencia Episcopal Canadiense y en 2021 fue nombrado vicario general y moderador de la curia de Montreal. En julio de 2022 fue nombrado obispo auxiliar de Montreal; en febrero de 2023, arzobispo de Toronto y en el último consistorio de Francisco, en diciembre del año pasado, fue creado cardenal
-¿Cómo resumiría el legado del papa Francisco?
-Se destacan algunas palabras muy importantes: la primera, por supuesto, misericordia. Él nos ayudó a comprender cómo la misericordia es la forma en que Dios obra con nosotros. Y, por lo tanto, quién es Dios, su misericordia es parte de eso. La esperanza es otra palabra: intentó llevar esperanza a la gente, esperanza al mundo. Era un hombre de gran sensibilidad ante las situaciones difíciles y el sufrimiento ajeno. Cuando percibía injusticias, especialmente contra los débiles e indefensos, sentía que tenía que intervenir y tenía una gran capacidad para comprender el sufrimiento de la vida de los demás. Era un hombre extremadamente libre.
-¿Eso fue lo que más le impactó de él?
– Sí, además, me impactó que estaba profundamente centrado en Jesús, en los Evangelios y en el estilo de vida cristiano. Siempre estaba enfocado en Jesús: ¿qué haría Jesús? ¿Qué hizo Jesús? Así lo explicaba en sus homilías en Santa Marta, donde nos decía que nuestra vida necesitaba estar en conformidad con la imitación de la vida de Cristo. Comprendió, también, la fragilidad humana. Y se acercó de maneras nuevas a todas las personas, mirando al mundo con los ojos de Cristo y siendo generoso, sensible, respondiendo a las necesidades de un mundo roto y sufriente. Donde las personas, y no las políticas y los acuerdos políticos, están en primer plano. Y vemos eso desde su viaje a la isla de Lampedusa.
-No sé si también en Canadá, pero en Estados Unidos y en otros países también, acusaban al papa Francisco de ser un comunista: ¿qué opina al respecto?
-No, Francisco no era un comunista. Era un hombre con una gran sensibilidad hacia los que sufren y quería realmente hacer algo al respecto.
-¿Cómo se siente ahora, estando entre los cardenales más jóvenes que tienen que elegir a su sucesor?
– Es una gran responsabilidad. Porque en nuestras vidas pocas veces nos vemos obligados a tomar una decisión que tenga un impacto tan poderoso y duradero en la vida de tantas personas durante tanto tiempo. Esta es una de ellas. Es como cuando uno decide entrar en el seminario, casarse con alguien, tener un hijo, ingresar a una orden religiosa. Son decisiones que cambian la vida, y considero esto como una de ellas debido a la importancia del papado en la vida de la Iglesia y en la vida del mundo. Por lo tanto, es una decisión que, de una u otra manera, impactará la vida de millones de personas y comunidades durante mucho tiempo.
-Muchos de ellos también no católicos…
-Por supuesto, porque veían al Papa como un líder espiritual moral en el panorama mundial, y especialmente con Francisco, dando voz a quienes no la tenían. Siempre presente, desafiando al mundo. Su crítica a la indiferencia y el rostro del sufrimiento humano nos desafían a un mayor celo, a una mayor generosidad, a una mayor sensibilidad, a una mayor solidaridad.
-En los últimos días se oyeron voces que dicen que en estos 12 años Francisco polarizó más que nunca a la Iglesia y que entonces hace falta unidad y además, claridad, porque creó confusión: ¿está de acuerdo?
– Creo que vivimos en un mundo roto. Nuestro mundo está roto, está herido, está polarizado. Y la iglesia no es del mundo, pero está en el mundo (Evangelio de San Juan). No somos del mundo, como dijo Jesús, pero estamos en el mundo, y por eso estas divisiones y la mentalidad polarizadora de nuestra presencia en el mundo, también están presentes en la iglesia.
-Pero es correcto decir que Francisco causó polarización?
– No. Podemos decir que el mundo la tiene. El mundo ha estado dividido y polarizado durante mucho tiempo, está herido. Por supuesto, el papado se encuentra en una posición privilegiada para hablar a nivel mundial sobre estos temas y contribuir a la sanación donde hay heridas, a la unidad donde hay divisiones y a la comunión con los que están polarizados.
-¿Qué cualidades debería tener el próximo papa?
-Número uno: una gran capacidad de escuchar, primero a Dios -debe ser un hombre de oración, de esperanza, de fe-, de escuchar a la Iglesia, al pueblo de Dios, a los laicos, a los ordenados, a las consagradas; y escuchar al mundo, al sufrimiento humano, a las aspiraciones, con una actitud mariana de meditación en su corazón. Escuchar significa también consultar. Por otro lado, en el mundo roto y polarizado del que hablábamos, el próximo papa tiene que ser un hombre de unidad, un hombre de paz, un hombre de comunión, de reconciliación.
-En este marco, deberá ser alguien que sepa comunicar para poder trabajar ¿no?
– Bueno, absolutamente. Y es imperativo que sea un hombre de profunda fe, de profunda vida de oración y de profunda espiritualidad. Esto es lo único que lo mantendrá arraigado y no en los vientos del cambio ni a las tendencias de lo que es popular hoy en día, enraizado en eso y en esta relación con Dios. Entonces, será un testigo creíble y hablará al mundo, al corazón del mundo. Y un comunicador claro de la fe. Hay que darle a la gente una palabra de esperanza, de un futuro más brillante, para que puedan soñar con una vida mejor y no estoy hablando de un pensamiento positivo, sino del Evangelio de Dios. No es un mensaje esotérico.
-Dentro de este perfil ¿la nacionalidad es un problema, en momentos en que la prensa italiana está haciendo lobby por un papa italiano?
-No. Puede venir de cualquier parte del mundo.
-¿Espera un cónclave corto o largo?
-No sé. Estoy intentando vivir y experimentar todo esto espiritualmente, sin maquinaciones humanas. Si rezamos con un corazón puro, con una intención clara, el Espíritu Santo nos indicará a quién le agradará al Señor y quién será la elección de Dios. No quiero verlo desde una perspectiva puramente humana. Él será Pedro para nosotros.