La existencia de ciertos territorios con accesos restringidos evidencia los riesgos extremos que presentan algunos de los lugares más remotos del planeta. Estos sitios, a menudo de apariencia paradisíaca, albergan desde especies animales letales y tribus no contactadas hasta los remanentes de pruebas atómicas, por lo que diversas autoridades prohíben el desembarco en sus costas, lo que convierte a estas en las islas más peligrosas del mundo.
Existen en el planeta destinos cuyo acceso está vedado para el turismo y, en ciertos casos, para cualquier tipo de presencia humana no autorizada. Entre ellas destacan la brasileña Ilha da Queimada Grande, por su increíble densidad de serpientes venenosas; la Isla Sentinel del Norte, por la hostilidad de sus habitantes aborígenes; el Atolón Bikini en las Islas Marshall, por su contaminación radiactiva; la italiana Poveglia, por su oscuro pasado como fosa común; y la islandesa Surtsey, por su condición de laboratorio científico natural.
La remota Isla Sentinel del Norte pertenece al archipiélago de las islas de Andamán, en el Océano Índico. Su administración oficial corresponde al gobierno de la India, pero en la práctica el territorio es impenetrable por la comunidad que reside allí. Los sentineleses son una tribu rodeada de misterio y considerada un pueblo no contactado.
Este grupo de cazadores y recolectores, de unas 150 personas, vive en completa autarquía desde hace siglos. Sus características físicas y genéticas son casi idénticas a las de los pueblos africanos de hace 60.000 años. La comunidad es extremadamente hostil con los extranjeros y repele cualquier intento de contacto con arcos y flechas. Esta resistencia les proporciona una defensa natural efectiva. Las autoridades prohíben acercarse a menos de cinco kilómetros de la isla, además de filmar o fotografiar a sus habitantes.
Frente a la costa de San Pablo, en Brasil, se ubica la Ilha da Queimada Grande. Este archipiélago del océano Atlántico es más conocido como la Isla de las Cobras. Un cartel de grandes dimensiones advierte a los navegantes sobre la prohibición de desembarcar en el lugar. La razón de la restricción es la población de aproximadamente cuatro mil víboras que la habitan.
La isla es el hogar de una de las serpientes más venenosas del mundo, la Bothrops insularis. Este reptil, de color marrón amarillento y hasta 70 centímetros de largo, posee un veneno capaz de “derretir” la piel de sus víctimas. Se calcula una densidad de al menos un ejemplar por cada metro cuadrado. Su evolución se diferenció tras la subida del nivel del mar hace unos 11.000 años, lo que la volvió cinco veces más peligrosa que sus parientes de tierra firme. El acceso requiere una autorización gubernamental específica.
Esta república de Oceanía fue un territorio ocupado por Estados Unidos durante más de tres décadas. El Atolón Bikini es considerado por sus propios habitantes como la herencia más riesgosa de esa administración. Ellos lo llaman “el sarcófago nuclear”. Entre 1946 y 1996, las Fuerzas Armadas estadounidenses realizaron cientos de ensayos nucleares en la zona.
Las pruebas atómicas causaron una severa contaminación por desechos. Estudios científicos revelaron que los niveles de plutonio 239 y 240 son entre diez y mil veces más altos que los detectados en Fukushima. La bomba Cactus, que explotó en 1958, dejó un cráter que se rellenó con material nuclear. Para contenerlo, se cubrió con una cúpula de cemento que ahora presenta un franco deterioro y genera preocupación por posibles fugas radiactivas. Unas 800 personas residen en el extremo sur del atolón y reclaman medidas para proteger su salud.
La Isla Poveglia se encuentra en Italia y es conocida como la “Isla de los muertos”. En el siglo XIV, las autoridades trasladaron allí los cuerpos de 160.000 personas que murieron a causa de la peste negra. La falta de turismo se debe al estado ruinoso de sus edificaciones y a las oscuras leyendas que la rodean.
Según la tradición local, los italianos con síntomas de la peste eran desterrados a la isla. La parcela de tierra se transformó en una fosa común para la incineración de los cuerpos. Algunas versiones afirman que las cenizas humanas constituyen más del 50% del suelo de la isla. En la década de 1920 funcionó allí un hospital psiquiátrico donde se realizaron diversos experimentos y tratamientos. Los visitantes que se acercan en bote fotografían los edificios abandonados.
A 32 kilómetros de la costa sur de Islandia se localiza la Isla Surtsey, un lugar que se conserva prácticamente virgen y sin intromisión humana. Es una de las islas más jóvenes del mundo, con una superficie de 1,41 kilómetros cuadrados. Emergió el 14 de noviembre de 1963 tras una erupción volcánica submarina a 130 metros de profundidad.
Sus características únicas motivaron su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2008. Desde su formación, se convirtió en un sitio de enorme interés para los científicos. El lugar ofrece la oportunidad de observar la colonización de la fauna y la flora en una isla estéril.
Por decisión del gobierno islandés, el acceso a Surtsey está restringido al público. La isla pierde territorio cada año por la erosión de los vientos y las olas. Los expertos estiman que la formación desaparecerá por completo hacia el año 2100.
Este contenido fue producido por un equipo de LA NACION con la asistencia de la IA.

