San Juan votó con calma, civismo y una participación del 69 %, pero el verdadero símbolo de la jornada no fue el patriotismo ni la boleta única: fue un presidente de mesa que, en un acto de compromiso institucional y necesidad fisiológica, decidió llevarse la urna al baño.
Porque la democracia, amigos, no se corta ni por un apretón.
Mientras las autoridades electorales hablaban de “denuncias mínimas”, este héroe anónimo protagonizaba el capítulo más literal de “la voluntad popular no se detiene”. La escena fue simple: el hombre sintió el llamado de la naturaleza y, como buen custodio del voto, se llevó consigo la caja sagrada. No fuera cosa que en su ausencia alguien metiera mano y transformara la urna en un buzón de reclamos.
Fuentes del lugar aseguran que el episodio fue breve, pero dejó una marca imborrable: la urna salió del baño más sellada que nunca. Algunos testigos juran que el presidente incluso le pasó papel higiénico “por respeto institucional”.
El resto de la jornada fue tranquila. Hubo apenas unas quejas menores: un votante que se quejó porque no le dieron la birome azul que él consideraba “más patriótica”, otro que preguntó si podía meter un voto por Milei y uno por la Selección Argentina “porque ambos me representan”.
Pero nada opacó al héroe del día. Porque mientras otros se llenan la boca hablando de custodiar la democracia, este tipo la acompañó hasta el baño. Y eso, queridos lectores, no es un acto cívico: es un acto de amor.

