Esta es la historia de Roberto Dany Sarmiento, el Houdini del Alto Valle, el David Copperfield del home banking, el Messi del “me depositaron de más y no devuelvo un carajo”.
Corría diciembre, ese mes hermoso donde todos se desean paz y amor, menos en Minera Andina del Sol, donde decidieron despedir a Sarmiento como corresponde: tirándole 107 palos por la cabeza, con una transferencia bancaria que hizo temblar al Banco Central. Todo bien, todos contentos. Hasta ahí.
El problema fue que al genio de Recursos Humanos se le ocurrió volver a transferir la misma cifra una semana después, porque no había checado si ya se había pagado. Un error digno del sketch más deprimente de Cha Cha Cha. Así, Sarmiento pasó de ser un cesanteado cualquiera a millonario fugaz por error de Excel. Una especie de Rico McPato con cara de “yo no fui”.
¿Qué hizo nuestro protagonista cuando le avisaron del error? ¿Se horrorizó? ¿Corrió al banco? ¿Llamó al abogado?
No.
Respondió con un nivel de cinismo admirable:
—“Quedate tranquilo que cuando lo tuviera depositado lo transfiero”.
Una poesía, una obra maestra. Si Dante viviera, lo mandaba directo al octavo círculo del infierno.
Pero el muchacho no transfirió un peso. Lo que sí transfirió fue toda la guita a la cuenta de su esposa, Myriam Muñoz, que ahora figura en AFIP como “coautora del choreo más elegante de la década”. Y después de eso, los dos se esfumaron más rápido que un bono de Massa en la cuenta sueldo.
Desde la minera lo buscaron como a Wanda Nara en pandemia: 18 llamados, mensajes, cartas documento… Solo faltó que le mandaran señales de humo. Nada. El silencio fue tan brutal que parecía un retiro espiritual, pero con 107 millones en la mochila.
Y entonces vino el chiste final. La frutilla del cinismo. El abogado defensor, Omar “yo la piloteo” Quiroga, se presentó ante la jueza y tiró:
—“No, no, todo bien, pero el delito fue en San Luis, no acá. Así que no nos molesten”.
Y la jueza, en un acto de funambulismo jurídico digno de Titanic con toga, dijo:
—“Tiene razón. Que se encargue otro. Cierro todo y me voy a ver si llega el aguinaldo”.
Listo. San Juan los vio irse con la plata y la jurisdicción, sin ni siquiera poder cobrar la multa por mal estacionamiento. San Luis recibe la causa y probablemente también los gastos del asado que se van a comer con ese vuelto millonario.
Lo peor de todo no es que haya una estafa. Lo peor es que hay una estafa que camina tranquila, cobra intereses y cambia de provincia como si fuera un delivery de sushi. Porque en la Argentina, si robás 107 millones con arma de fuego vas preso.
Pero si lo hacés con una transferencia y cara de yo-no-fui…
sos un damnificado del sistema.