Destrozar bancos en el Hospital Rawson es un recordatorio brutal de cuán bajo puede caer la estupidez humana. ¿Qué clase de mente enferma encuentra satisfacción en destruir lo poco que tenemos para todos?
Esos bancos no se rompen solos, los rompen imbéciles. Y mientras ellos se divierten, el resto paga: menos recursos, menos comodidad, más decadencia.
Si no respetás un hospital público, que existe para salvar vidas, no sos rebelde ni transgresor. Sos simplemente parte del problema.