La gran duda del momento es si los intendentes van a ser figuritas importantes en esta campaña… o simples extras que pasan por el fondo saludando.
Desde el oficialismo aseguran que lo que se hace en cada municipio “suma”, pero que nadie se rasgue las vestiduras, porque las elecciones no son una encuesta sobre quién arregló mejor las plazas ni quién pintó más cordones. O sea: si te va mal, tranqui, no te echan… todavía.
Dicen que la gente tiene que votar pensando en el “bien de la provincia”. Claro, como si los ciudadanos fueran a la urna mirando quién les cae menos antipático o quién les promete menos impuestos y más asado.
Y sí, octubre está a la vuelta de la esquina, con fechas fatales que se vienen como colectivo sin frenos: primero las alianzas, después las listas, y mientras tanto todos andan conspirando, cuchicheando y midiendo encuestas hasta para elegir el sabor de las medialunas en las reuniones.
Las decisiones las toma la cúpula del partido, que se junta a puertas cerradas, en plan logia secreta, decidiendo quién sube al escenario y quién se queda mirando desde la platea. Mientras tanto, el resto espera novedades como si fuera el anuncio del line-up de un festival.
“Queremos referentes que defiendan la provincia y sean la voz del gobierno”, repiten, en discursos tan largos que dan ganas de pedir delivery en el medio. En criollo: voten a los nuestros o no lloren después.
Hubo quienes coquetearon con juntarse a los libertarios, pero el romance duró menos que un pancho en la playa. Ni foto hubo. Todo quedó en “fue lindo mientras duró”, pero sin compromiso.
Por supuesto, todos juran que creen en los acuerdos, en los consensos y en el diálogo.
Tema municipal
En las municipalidades, mientras tanto, se hacen los magos para estirar los mangos. Se enorgullecen de haber pasado de tener más cargos políticos que sillas disponibles a manejarse con un puñadito de funcionarios. A este ritmo, en el próximo mandato el intendente va a barrer la plaza, sacar fotos y atender el mostrador de Rentas.
Están chochos porque van a comprar cuatro camiones nuevos. Porque, seamos honestos, si no hay foto del político trepado al camión cero kilómetro, no hay gestión que valga. Quieren cerrar el año con casi veinte vehículos nuevos, porque en este país siempre hace falta algún fierro para la foto.
La coparticipación viene tan flaca que alcanza para pagar sueldos y gracias. Todo lo demás sale de rascar el fondo del tarro, de moratorias, rifas y quizá hasta de pasar la gorra.
Por eso largaron un plan para cobrarle a los vecinos lo que deben de impuestos. Había una montaña de plata sin pagar. Ya recuperaron una parte, y van por el resto, prometiendo que cada peso irá a obras en los barrios. ¡Así que a ponerse al día, vecinos, o el pozo en la esquina se va a convertir en caverna turística!