Hasta hace una semana, el presidente del Colegio Médico Juan Carlos Bordes parecía el oráculo del desastre. Con tono grave y e un comunicado, advertía a diestra y siniestra que el CIMyN cerraba, que la salud sanjuanina entraba en terapia intensiva y que lo que se venía era poco menos que el colapso del sistema. El tipo parecía listo para apagar la luz y tirar la llave al dique.
Pero bastó que se movieran algunas fichas —nadie sabe bien cuáles, ni por qué tan rápido— y ahora lo tenemos repartiendo elogios como si fuera promotor de una prepaga. «Está todo maravilloso», dice. «Un ejemplo de gestión», «Hubo una mala interpretación» repite. Del “cierre inminente” pasó al “modelo a seguir” sin escalas, como quien cambia de canal porque le aburre la película.
Uno se pregunta: ¿le hackearon el discurso? ¿Lo abdujeron? ¿O simplemente decidió acomodarse al sol que más calienta? Porque si antes hablaba desde la preocupación sincera, lo que dice ahora roza el ridículo. Y si lo que dice ahora es la verdad, entonces lo anterior fue, lisa y llanamente, una mentira irresponsable.
Lo que no puede hacer quien representa a los médicos —que no son ningunos improvisados— es andar de un extremo al otro como si fuera un influencer desesperado por likes. Los médicos exigen seriedad, y la salud pública más aún. No se puede alarmar a la población un día y al siguiente cantar victoria sin explicar nada. No somos idiotas, aunque algunos parezcan apostar a que sí.
El presidente del Colegio Médico debería decidirse: o es vocero de la salud o es un Clown clínico. Las dos cosas a la vez no se pueden. Porque si CIMyN está hoy “maravilloso”, entonces que nos explique por qué ayer gritaba “sálvese quien pueda”.