Tras el debate/hecatombe en el que su retador a sucederlo, Donald Trump, le pasó por encima, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden y la primera dama norteamericana se mostraron como una pareja altamente despareja: él con una sonrisa catatónica; ella con una euforia forzada alentándolo a seguir adelante.
¿Se viene el duelo de las primeras damas? Las encuestas aseguran que la única demócrata que estaría en condiciones de ganarle a Trump sería Michelle Obama. Mujer, negra y esposa de un expresidente de dos mandatos, tal vez sería una apuesta demasiado osada para un país que prefirió al excéntrico magnate que a Hillary Clinton, cuyo exitoso marido también estuvo ocho años en el Salón Oval.
Qué distinto de la Argentina, donde ya contamos con dos primeras damas que fueron presidentas (Isabel Perón y Cristina Kirchner) y una más que no lo fue, pero que se convirtió en un mito (Eva Perón). CFK ninguneó a María Estela Martínez durante mucho tiempo con el afán de imponer la idea de que ella había sido la primera y única argentina en haber llegado a lo más alto del poder. Hace unos días la recordó súbitamente con cierto desdén machista al afirmar que fue “una mujer que no estaba capacitada”, aunque le adosó un atenuante mezquino (“Estuvo presa; se la bancó”).
La expresidenta cree que la fórmula de gobiernos insuperables consiste en binomios maritales: así rescata para el siglo XIX el de Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra; para el XX, a Juan y Eva Perón, y para el XXI, a ella misma y a Néstor Kirchner. En tono risueño arriesgó que su entrevistador/militante, el streamer Pedro Rosemblat (que terminó la charla enarbolando sus dedos en “V”) podría seguir esa secuencia con su actual novia, la popular Lali Espósito.
Sin ser parte formal de ningún gobierno, las primeras damas juegan roles que a veces hasta sobrepasan en el tiempo y en la influencia social a sus maridos, tal el caso, por ejemplo, de Jacqueline Kennedy/Onassis. En Uruguay, Lucía Topolansky fue vicepresidenta después de que José Mujica, su marido, completara su mandato como presidente. A veces ablandan ciertas rigideces de la política y hasta marcan tendencias en la moda (caso Juliana Awada).
Vimos en el Museo Casa Rosada la exposición “Damas primeras. Primeras damas 1862-1989″, un recorrido por fotos y pertenencias personales de cónyuges de presidentes, de Bartolomé Mitre a Raúl Alfonsín. Desde entonces se sucedieron otras seis primeras damas casadas con primeros mandatarios, sin contar a Zulemita Menem (hija de Carlos Menem) ni a Karina Milei (hermana del actual presidente), que, de alguna manera, tomaron una parte de ese rol.
Hay una curiosa historia reciente, y aún sin resolución, respecto de la anterior primera dama, Fabiola Yañez. Aunque ya ha pasado más de un mes desde que la periodista Sandra Borghi reveló que la (¿ex?) esposa de Alberto Fernández había grabado en España –donde actualmente vive con su pequeño hijo y con su madre– seis capítulos de 40 minutos cada uno, en los que hace muchas revelaciones sobre los cuatro años en que le tocó ser primera dama, continúa el misterio en torno de cuándo dicho material verá la luz y en qué condiciones. Según indicios, se trata de un crudo sin editar, guardado bajo siete llaves, en el que Yañez mirando a cámara cuenta su verdad acerca de la fiesta de Olivos, el vacunatorio vip, su relación con Cristina Kirchner, el feminismo y, por supuesto, sobre quien fuera o sigue siendo su marido (ninguno de los dos notificó formalmente nada al respecto). La idea es que algún director español se cope con el material y lo convierta en una producción que entusiasme a las plataformas audiovisuales. Yañez necesitaría dinero, ya que no le estaría alcanzando la mensualidad que le pasa el expresidente para sus gastos madrileños.
Si bien se trata de un contenido que en la Argentina puede valer oro en polvo (siempre y cuando sus revelaciones sean sustanciales y no mero chamuyo), el interés internacional es bastante relativo. Yañez está a años luz de atrapar audiencias extranjeras (claramente no es Evita, sino más bien un personaje secundario y desangelado). Al fin y al cabo, su papel entre 2019 y 2023 fue tirando a intrascendente. ¿Tanto tiene para contar? Dudoso. En todo caso, protagonizó varias polémicas, aparte de su sonado festejo de cumpleaños en plena pandemia (por ejemplo, el plagio de su tesis universitaria o los viajes en el avión presidencial por motivos privados).
Mientras tanto, el único que podría estar inquieto por que ese largo testimonio trascienda es Alberto Fernández, por las inconveniencias que pueda incluir. El exmandatario intenta dilucidar si dicho material realmente existe o se trata de un ardid en procura de que se esmere en hacer mejor letra a la hora de pagar los gastos de la madre de su hijo.
Tras el debate/hecatombe en el que su retador a sucederlo, Donald Trump, le pasó por encima, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden y la primera dama norteamericana se mostraron como una pareja altamente despareja: él con una sonrisa catatónica; ella con una euforia forzada alentándolo a seguir adelante.
¿Se viene el duelo de las primeras damas? Las encuestas aseguran que la única demócrata que estaría en condiciones de ganarle a Trump sería Michelle Obama. Mujer, negra y esposa de un expresidente de dos mandatos tal vez sería una apuesta demasiado osada para un país que prefirió al excéntrico magnate que a Hillary Clinton, cuyo exitoso marido también estuvo ocho años en el Salón Oval.
Qué distinto de la Argentina donde ya contamos con dos primeras damas que fueron presidentas (Isabel Perón y Cristina Kirchner) y una más que no lo fue, pero que se convirtió en un mito (Eva Perón).
CFK ninguneó a María Estela Martínez durante mucho tiempo con el afán de imponer la idea de que ella había sido la primera y única argentina en haber llegado a lo más alto del poder. Hace unos días la recordó súbitamente con cierto desdén machista al afirmar que fue “una mujer que no estaba capacitada”, aunque le adosó un atenuante mezquino (“Estuvo presa; se la bancó”).
La expresidenta cree que la fórmula de gobiernos insuperables consiste en binomios maritales: así rescata para el siglo XIX el de Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra; para el XX, a Juan y Eva Perón, y para el XXI, a ella misma y a Néstor Kirchner. En tono risueño arriesgó que su entrevistador/militante, el streamer Pedro Rosemblat (que terminó la charla enarbolando sus dedos en “V”) podría seguir esa secuencia con su actual novia, la popular Lali Espósito.
Sin ser parte formal de ningún gobierno, las primeras damas juegan roles que a veces hasta sobrepasan en el tiempo y en la influencia social a sus maridos, tal el caso, por ejemplo, de Jacqueline Kennedy/Onassis. En Uruguay, Lucía Topolansky fue vicepresidenta después de que su marido José Mujica completara su mandato como presidente. A veces ablandan ciertas rigideces de la política y hasta marcan tendencias en la moda (caso Juliana Awada).
Vimos en el Museo Casa Rosada la exposición “Damas primeras. Primeras damas 1862-1989″, un recorrido por fotos y pertenencias personales de cónyuges de presidentes, de Bartolomé Mitre a Raúl Alfonsín.
Desde entonces se sucedieron otras seis primeras damas casadas con primeros mandatarios, sin contar a Zulemita Menem (hija de Carlos Menem) ni a Karina Milei (hermana del actual presidente) que, de alguna manera, tomaron una parte de ese rol.
Hay una curiosa historia reciente, y aún sin resolución, respecto de la anterior primera dama, Fabiola Yañez. Aunque ya ha pasado más de un mes desde que la periodista Sandra Borghi reveló que la (¿ex?) esposa de Alberto Fernández había grabado en España –donde actualmente vive con su pequeño hijo y con su madre– seis capítulos de 40 minutos cada uno en los que hace muchas revelaciones sobre los cuatro años en que le tocó ser primera dama, continúa el misterio en torno de cuándo dicho material verá la luz y en qué condiciones.
Según indicios, se trata de un crudo sin editar, guardado bajo siete llaves, en el que Yañez mirando a cámara cuenta su verdad acerca de la fiesta de Olivos, el vacunatorio VIP, su relación con Cristina Kirchner, el feminismo y, por supuesto, sobre quien fuera o sigue siendo su marido (ninguno de los dos notificó formalmente nada al respecto). La idea es que algún director español se cope con el material y lo convierta en una producción que entusiasme a las plataformas audiovisuales. Yañez necesitaría dinero ya que no le estaría alcanzando la mensualidad que le pasa el expresidente para sus gastos madrileños.
Si bien se trata de un contenido que en la Argentina puede valer oro en polvo (siempre y cuando sus revelaciones sean sustanciales y no mero chamuyo), el interés internacional es bastante relativo. Yañez está a años luz de atrapar audiencias extranjeras (claramente no es Evita, sino más bien un personaje secundario y desangelado).
Al fin y al cabo, su papel entre 2019 y 2023 fue tirando a intrascendente. ¿Tanto tiene para contar? Dudoso. En todo caso, protagonizó varias polémicas, aparte de su sonado festejo de cumpleaños en plena pandemia (por ejemplo, el plagio de su tesis universitaria o los viajes en el avión presidencial por motivos privados).
Mientras tanto, el único que podría estar inquieto que ese largo testimonio trascienda es Alberto Fernández por las inconveniencias que pueda incluir. El exmandatario intenta dilucidar si dicho material realmente existe o se trata de un ardid en procura de que se esmere en hacer mejor letra a la hora de pagar los gastos de la madre de su hijo.