En la selva política local apareció una nueva especie en auge: el Precandidato Fantasma. No lo ves, no lo escuchás, pero de repente te enteras de que “está muy bien posicionado”. ¿Dónde? Nadie sabe. ¿Quién lo posicionó? Misterio. ¿Está bien posicionado en una lista o en una parrilla? Esa es la duda.
Estos seres mágicos no tienen propuestas, pero sí logo. No saben debatir, pero ya tienen su eslogan. Y lo más importante: no quieren ser candidatos… hasta que alguien —su primo, su peluquero o su gato (el de 4 patas, después si lo eligen viene el de dos patitas), — les dice: “Che, vos tenés pasta de líder”. Y listo, ya está lanzado.
El ritual de lanzamiento incluye varios pasos infalibles:
- Foto con los brazos cruzados mirando el horizonte, como si estuviera decidiendo el futuro del universo. Fondo: un descampado o una pared pelada con filtro sepia.
- Frase vacía pero emotiva: “Soñamos con una Argentina más justa”. ¿Justa para quién? ¿Más justa en comparación con qué? Silencio.
- Video caminando lento con música épica: él saluda a la gente, la gente no sabe quién es, pero igual le devuelve el saludo por cortesía o miedo.
- Un PowerPoint con números falsos: “Según nuestras mediciones internas, tenemos un 63% de imagen positiva”. En una encuesta hecha por su cuñado (que está con domiciliaria porque no hay lugar en el penal), y su sobrino de 12 años.
Pero eso no es todo. También están los Candidatos Ninja: aparecen solo en época electoral, dejan un folleto en tu buzón, se sacan una selfie con una abuela en una esquina, y desaparecen hasta el próximo comicio. Como Batman, enmascarados, porque si muestran la cara los corren hasta la base Marambio.
Y por supuesto, los Candidatos Omnipresentes. Van a todos los actos, hasta los bautismos. Si hay una cinta para cortar, ahí están. Si hay una inauguración de un bebedero, ya tienen el discurso listo. Lo importante no es qué se hace, sino salir en la foto.
Mientras tanto, la gente de a pie —también conocida como la víctima habitual— observa todo esto como quien mira un reality bizarro: se ríe, se resigna, y empieza a preparar memes por si gana alguno.
Y así seguimos: entre campañas que no emocionan, discursos que no dicen nada y candidatos que no sabes si te van a representar o a cobrarte la pizza.
Pero ojo, no todo se reduce a los que quieren entrar a la política sin un voto y para salvarse. Está el otro, el que es planta permanente, y como me pasó a mi esta semana en el Centro Cívico. ¿Vieron que siempre hay uno en cada oficina pública que está ahí, como una planta decorativa, pero con la peor predisposición? Se sienta, mira fijo el monitor como si estuviera hackeando la NASA, pero en realidad está jugando al solitario desde años inmemoriales. Si lo llamas por teléfono, atiende con tono grave, tipo: “Sí, habla el área técnica de infraestructura institucional del soporte logístico del área de coordinación transversal…”. O sea, es el que acomoda las sillas para los actos. Todo toma tiempo pero si los buenos no se deciden los espacios se ocupan, y no siempre por los mejores, se los dice uno que no fue, no es, y no será el mejor en nada.