Andrés Holeywell, conocido por su posgrado en «pasarle datos a los malandras» y su experiencia de «filtrar información como si fuera café» en la UFI de Delitos contra la Propiedad, acaba de ser condenado a un año de prisión en suspenso. O sea, no pisará la cárcel, pero se va a quedar con una condena bien puesta, como quien lleva una chaqueta con un logo: “Fui cómplice de los choros, pero no me digan que no fue con estilo.”
El hombre, sobrino de un excortista y con mamá trabajando en el mundo judicial (un combo familiar que grita «conflicto de intereses») se ganó el sobrenombre de «veedor judicial», porque, bueno, en vez de ver los casos, «los veía escapar». Todo por filtrar detalles de operativos a la «Banda de los Robarruedas», quienes se dedicaban a robar, como su nombre indica, ruedas de autos. O sea, si vos te dedicas a robar ruedas, ¿qué podría ser más útil que saber cuándo vienen los allanamientos? ¡Una buena rueda de prensa antes de salir corriendo, dirían ellos!
Gracias a unas escuchas telefónicas, la policía logró descifrar que Holeywell era el equivalente judicial de un “agente doble”, pero sin el glamour del Agente Rumor, más bien con el toque «de huevon» de un personaje que ni se da cuenta de que lo lo agarraron. En resumen, el tipo ayudó a los ladrones a escapar y complicó los operativos. La policía se preguntaba: «¿Por qué será que los robarruedas siempre saben lo que estamos planeando?» Spoiler: porque alguien les pasaba la info, y no precisamente un compañero de oficina.
Ahora, el pobre Holeywell se enfrenta a su condena suspendida (sin cárcel, pero con fama) y la triste realidad de que, si se creía intocable por su linaje familiar, ya sabe que la justicia también tiene ruedas, y son las que dan vuelta cuando uno menos lo espera.
En los Tribunales, la moraleja es clara: si vas a robar, que sea a los ladrones. Y si vas a traicionar, al menos asegúrate de que el plan esté bien cubierto, porque el sistema tiene más oídos que un detective en una novela de Agatha Christie.