Imaginate esto: un salón con cortinas de terciopelo rojo, lámparas de araña y una mesa larga cubierta de uvas, vino y empanadas. En las cabeceras, Giojatius y Uñacius, vestidos con togas romanas hechas de telas compradas en Brant Funcional, coronas de laurel y una sonrisa de “yo decido todo, nene”. Así funciona —según el Senador Romano Mauricius Ibarrius Verbatorum— el Peronismius Sanjuaninus Romanicus.
Mauricius no se guardó nada: los llamó “Nerones”, pero no por cultos, sino por el deporte que practican desde hace años: tocar la lira e incendiar cualquier candidatura que huela a renovación. Munisagus Novitios, Gramajus Reformatus y Andinus Sonrisus son como gladiadores jóvenes con el brazo levantado, pero antes de entrar a la arena les aparece un guardia con el famoso “dedo emperador” y les baja la persiana.
“Vamos a cortarles los dedos”, dijo el Senador Ibarrius, medio vestido con toga blanca y la otra mitad vestido con delantal de carnicero. Y uno imagina a los dos emperadores generrosísimos, escondiendo las manos abajo de la toga como si se les viniera alguien a pedirles guitus y platitus para la campaña. No quedó claro si Ibarrius iba a usar tijera, cuchillo tramontina o mordida de perro, pero el público entendió: basta de bendiciones a dedo a cadidatius como si fueran hostias políticas.
Para Ibarrius, lo que hacen no es una interna: es un festival de Nerones, donde entre racimo y racimo deciden quién va a la lista y quién se queda comiendo bronca al horno. Y claro, si sale mal, la culpa es del mensajero; si sale bien, fue “la estrategia brillante de los emperadores del dedo largo”.
En 2027, promete él, habrá recambio: una poda política sin anestesia. Y ahí los “castradorus electoralus” van a conocer lo que es una vendimia de verdad, de esas en las que no quedan uvas… ni racimos… ni dedos para seguir señalando, ni bronca con salsa para comer.
Traducido: Ibarrius se queda en el PJ, pero con la idea de que la próxima quema del Yarcus Peronismius Romanicus sea una tarea de todos juntos… y que los Nerones, por una vez, tengan que apagar el incendio a escupidas puras.
Ibarrius Verbatorum declara que no puede ser que Munisagus Novitius, Gramajus Reformatus y Andinius Sonrisus entren a la arena del Yarcus Peronismius Romanicus como gladiadores y cara de “¿hoy sí nos dejan ser candidatos?”, y que estén los dos emperadores Giojatius (comiendo una uva) y Uñacius contestándole a un pariente «a vos no te conoscus».
Giojatius: —A ver… ¿quién quiere ser candidatus a emperador en el 2027?
Munisagus Novatus: —Yo.
Uñacius: (mirando el racimo) —¿Y vos quién te creés? ¿Espartacus?
Gramajus Reformatus se adelanta y contesta: —Nosotros representamos la renovación, y como no somos juesus federalus kirchneristus, a ese lugar nunca fuimos.
Giojatus: —Renovación… ¿y con qué se come eso?
Uñacius: —Tráeme la tijera del dedo, que este ya habló demasiado.
Entra Ibarrius Verbatorum, como decíamos, vestido mitad senador romano, mitad carnicero de la feria municipal de capital.
Ibarrius: —Se acabaron las «facturas A» con muchos ceros a la derecha, y las odas a los dioses de las Bacanales del Sol y les vamos a cortar los dedos para que no señalen más candidatius y tampoco números musicales de esas bacanales ateas.
Giojatius: —¡Sacrilegio! ¿Quién va a bendecir las listas si no?
Uñacius: —Esto es el Yarcus Peronismius Romanicus, querido. Acá los crédulos aplauden o mueren.
Ibarrius: —Pues preparen las manos, Nerones, que en el 2027 la arena del Coliseo del Yarcus Peronismius Romanicus la llenamos con emperadores nuevos, entre los que quiero estar yo por supuesto…
Los crédulos gritan, el vino se vuelca, una sopaipilla romana vuela por el aire y cae sobre un busto de Cristinae Kirchneliusa Carcelarius.
Y así, entre racimos mordidos, dedos escondidos y promesas de guillotina política, se cierra otro capítulo del reality “Yarcus Peronismius Romanicus, el que no se incendió solo”.
