El senador Roberto Olivera, con esa solemnidad de quien cree que la moral le da brillo al saco, salió a los medios a indignarse por el festejo de Uñac. Lo calificó de “patético”, así, sin temblarle el tono, como si hubiese descubierto el último crimen de lesa estética. Claro, lo realmente patético, senador, no fue el festejo ajeno, sino la caída en silencio sepulcral de sus propias banderas.
Porque mientras Olivera apuntaba con el dedito acusador, como abuela escandalizada en misa, su proyecto estrella —la famosa Ficha Limpia— caía más rápido que piano en mudanza en una operación de Santiago Caputo y Carlos Rovira de Misiones. Y no cayó sola: la tiraron desde lo alto, con firma y moño presidencial.
¿Y quién fue el verdugo? El mismísimo Javier Milei, su líder, su referente, su Jesús libertario con motosierra. Milei, que se cansó de posar como el paladín contra la casta, intercambió la Ficha Limpia por una posición mas benigna del peronismo para con su hermana Karina por el escándalo $Libra y el cobro de las reuniones en la Casa rosada. Todo sea por sumar “gobernabilidad” (léase: Cristina Kirchner libre y Karina Milei sin ir a juicio por lo expuesto anteriormente.
Pero ahí no vimos al senador Olivera indignado. No hubo tuits, no hubo adjetivos, no hubo memes. Se tragó la lengua como si fuera una pastilla anti-convicciones.
Así que repasemos:
– Festejo de Uñac: “¡Patético!”
– Milei, su jefe político, entregando la Ficha Limpia: “cri…cri…cri…»
– Olivera, en modo estatua de sal, mirando para otro lado: “¡Viva la hipocresía, carajo, perdón!!!!!! viva la libertad , carajo!!!!!”
Senador, lo patético no solamente fue el festejo de todo el peronismo, lo verdaderamente patético fue ver cómo usted se inclinó (al mejor estilo PJ que tanto critican), frente al dedazo de su jefe, mientras la Ficha Limpia se hacía puré en el Congreso.