Al hablar de la realeza británica y mencionar al príncipe Guillermo, la mayoría piensa inmediatamente en el actual heredero al trono. Sin embargo, existió otro príncipe Guillermo cuya vida, aunque menos conocida, resulta igualmente fascinante y mucho más trágica.
Nacido el 18 de diciembre de 1941, el príncipe Guillermo Enrique Andrés Federico de Gloucester contaba con un linaje verdaderamente distinguido: era nieto del rey Jorge VI y la reina María, lo que lo convertía en primo hermano de la reina Isabel II y la princesa Margarita. Al nacer, ocupaba el cuarto lugar en la sucesión al trono británico.
Sus primeros años transcurrieron entre Barnwell Manor en Northamptonshire, Reino Unido, y Canberra, Australia, donde su padre ejerció como gobernador general. Esta experiencia temprana en el extranjero posiblemente contribuyó a formar su carácter aventurero en años posteriores.
La educación del príncipe Guillermo comenzó en la escuela Wellesley House en Broadstairs, Kent, y luego continuó en el prestigioso Eton College. Allí se destacó tanto académicamente como en actividades deportivas debido a sus aficiones al críquet y al fútbol. Luego, se licenció en Historia en el Magdalene College de Cambridge y cursó un año adicional de estudios en la Universidad de Stanford, California, donde se especializó en Ciencias Políticas, Historia de Estados Unidos y Administración de Empresas.
Este paso por la institución académica estadounidense lo convirtió en el primer miembro de la realeza británica en asistir a una universidad americana, algo que ya mostraba su tendencia a romper con las convenciones de la corona.
A diferencia de muchos miembros de la realeza que optaban por carreras militares, el príncipe Guillermo se inclinó por el servicio civil. Se incorporó a la Oficina de la Commonwealth en 1965 y fue destinado a Lagos como tercer secretario de la Alta Comisión Británica. En 1968, fue trasladado a Tokio, Japón, donde trabajó como segundo secretario de la Embajada Británica.
Se convirtió así en el segundo miembro de la Familia Real en trabajar como funcionario público, después de su tío, el príncipe Jorge, duque de Kent. Esta decisión profesional le permitió experimentar una vida lejos de los protocolos reales y de las constantes miradas públicas, algo que valoraba enormemente.
Fue en Tokio donde el príncipe Guillermo conoció a Zsuzsi Starkloff, una mujer nacida en Hungría que había huido a Estados Unidos a una edad temprana. Zsuzsi había trabajado como modelo y azafata antes de obtener su licencia de piloto y convertirse en instructora de vuelo, una pasión que compartiría con el príncipe.
Su historia de amor comenzó en un baile de máscaras en Tokio. El príncipe asistió vestido como el Llanero Solitario, mientras Zsuzsi llevaba un atuendo de princesa india. Este encuentro marcó el inicio de una relación que florecería rápidamente.
La pareja alquiló una casa cerca del océano que se convirtió en su refugio, lejos de las miradas indiscretas. La relación parecía idílica, pero pronto enfrentaría obstáculos significativos.
Cuando la noticia de que el príncipe Guillermo estaba saliendo con Zsuzsi llegó a Inglaterra, la reacción no se hizo esperar. La familia real consideraba a Zsuzsi “inadecuada” por múltiples razones: era judía, húngara, madre de dos niños pequeños y había estado casada dos veces. Estos factores la convertían en una candidata improbable para ser aceptada como pareja de un miembro de la realeza británica.
La situación evocaba paralelismos con crisis anteriores en la monarquía, como el caso del rey Eduardo VIII y Wallis Simpson. Aunque para entonces Guillermo ocupaba el sexto lugar en la sucesión y era improbable que llegara a reinar, la familia real estaba preocupada por su imagen pública.
En 1969, la princesa Margarita viajó a Tokio, aparentemente para asistir a la Semana Británica centrada en las relaciones comerciales entre Gran Bretaña y Japón. Sin embargo, resultaba evidente que también estaba allí para supervisar a Guillermo. El momento de su llegada coincidió con el período en que el príncipe consideraba seriamente casarse con Zsuzsi.
La princesa Margarita, que había visto su propio romance con Peter Townsend obstaculizado por razones similares años antes, aconsejó a Guillermo que esperara y viera cómo evolucionaban las cosas a su regreso a Gran Bretaña. Esta intervención aumentó la presión sobre el príncipe, que se debatía entre su amor por Zsuzsi y su deber hacia la corona.
La situación se complicó aún más en 1970 cuando la salud del padre de Guillermo, que había sufrido varios derrames cerebrales, se deterioró significativamente. El príncipe tuvo que dimitir de su puesto en Tokio y regresar a Gran Bretaña para ocuparse del patrimonio familiar y asumir funciones como miembro de la realeza a tiempo completo.
A pesar de esta separación forzada, Guillermo estaba decidido a que Zsuzsi conociera a su familia. La invitó a Inglaterra, donde la presentó a sus seres queridos. Aunque el recibimiento fue cordial en la superficie, se le dejó claro que la relación no contaba con la aprobación de la corona. La pareja enfrentó una serie de separaciones durante los dos años siguientes.
No obstante, Guillermo tenía intención de casarse con Zsuzsi y le entregó un anillo de compromiso. Como muestra de su amor, el príncipe incluso mandó hacer una réplica de ese anillo para sí mismo, que llevaba puesto el día de su muerte… que pronto llegó.
El destino intervino de manera trágica el 28 de agosto de 1972. El príncipe Guillermo, apasionado de la aviación y piloto experimentado, participaba en el Trofeo Aéreo Internacional Goodyear cerca de Wolverhampton. Poco después del despegue, el ala de su avión se desprendió tras impactar contra un árbol. La aeronave se descontroló, volcó, se estrelló contra un terraplén y se prendió fuego inmediatamente.
El accidente ocurrió ante miles de espectadores, entre los que se encontraba su madre, la duquesa de Gloucester. El incendio tardó dos horas en ser controlado y los cuerpos del príncipe y su copiloto, Vyrell Mitchell, fueron identificados al día siguiente mediante registros dentales.
El príncipe Guillermo tenía apenas 30 años cuando murió. En su dedo llevaba la réplica del anillo que le había regalado a Zsuzsi, un símbolo silencioso de su amor y compromiso. Para Zsuzsi, la pérdida resultó devastadora. Tras la muerte de Guillermo, regresó a Estados Unidos.
La muerte prematura de Guillermo afectó profundamente a la familia real británica. El príncipe Carlos, quien admiraba a su primo mayor, quedó especialmente consternado por la pérdida. Años más tarde, en 1982, cuando nació su primer hijo, decidió llamarlo Guillermo en homenaje a su primo fallecido.
El príncipe Guillermo habría sido el heredero de los títulos nobiliarios de su padre: duque de Gloucester, conde de Ulster y barón de Culloden. Tras su fallecimiento, su hermano menor, el príncipe Ricardo de Gloucester, se convirtió en el heredero y posteriormente recibió estos títulos en 1974.
El príncipe está enterrado en el Cementerio Real de Frogmore en Windsor, un lugar reservado para miembros de la familia real británica.