Ni la fiebre de los cuervos por el efecto Muniain pudo frenar al imparable Vélez de Gustavo Quinteros. No se dejó distraer el Fortín por los fuegos de artificio del debut oficial del español, que ingresó en el segundo tiempo para disputar 25 minutos, y le ganó a San Lorenzo uno de los partidos más duros y parejos de los últimos que le tocó afrontar. Fue por 1 a 0 en el Nuevo Gasómetro para seguir su marcha firme en lo más alto de la Liga Profesional. De paso, cortó el envión azulgrana y le aguó la fiesta de bienvenida a Iker a cancha llena.
Para Vélez, la pelota no es lava; es el fruto más preciado del Jardín del Edén. Todos la quieren, todos se desviven por ella, todos desean tenerla. Pero cuando la consiguen, no se engolosinan; la comparten en una comunidad futbolera con bases sólidas en una solidaridad colectiva ideal en la que cada componente conoce su función a la perfección y la lleva a cabo por el bien común, el del equipo. Vélez es eso, un equipo en toda su expresión. Presiona y defiende en bloque. Sale con toques rápidos y precisos porque sabe cómo y dónde tiene que tocar y cómo y dónde cada jugador tiene que aparecer para marcar la diferencia numérica.
Lo padeció San Lorenzo, una nueva víctima de este Fortín superpoderoso. Tres minutos tardó nada más el visitante en anotar. La jugada nació de un lateral, siguió con un centro de Elías Gómez y un cabezazo de Braian Romero que aprovechó la siesta de Gastón Campi y Elías Báez para cabecear en el área chica. Y pudo haber hecho un par más en las siguientes acciones velezanas.
El conjunto de Liniers era un tren bala blanco y azul imparable hacia el arco de Gastón Gómez. Christian Ordóñez y Francisco Pizzini desperdiciaron sus claras chances. Respiró el Ciclón y eso le sirvió para recobrar algo de aliento ante tanta asfixia a la que lo sometía su rival.
Matías Reali no pudo capitalizar una buena combinación entre Nicolás Tripichio e Iván Leguizamón. Debió ajustar Pipi Romagnoli: rompió el 4-3-3 inicial para cerrar a Elian Irala y adelantar a Tripichio con el objetivo de hacerse cargo del timón. Y el local levantó. Leguizamón arrastró marcas y dejó solo a Nahuel Arias, que enganchó, remató y tapó Tomás Marchiori. El arquero de Vélez también le sacó un frentazo a Alexis Cuello. San Lorenzo dio vuelta la balanza con la interesante propuesta de la entrega fusionada con buenas conexiones en su ataque.
Así y todo, a la más mínima distracción, los de Quinteros se escabullían para generar chances de gol, sobre todo con la agilidad de Pizzini, que lo volvió loco a Báez por su sector. Por eso, Pipi salió con Malcom Braida por el lateral izquierdo para la segunda etapa. Ya había tenido que mover obligadamente el banco antes del entretiempo por una lesión de Tripichio en un hombro (entró Nahuel Bustos).
En su afán por empatarlo, el Ciclón dejó terreno libre atrás y Vélez tuvo varios contraataques que no logró liquidar por culpa del Chila Gómez. Bustos bombardeó el travesaño con un tiro libre letal. Y el ingreso de Muniain, de doble cinco al ldo de Irala, le dio el condimento extra para terminar de alimentar un partidazo de ida y vuelta. Un tiro libre con roscar del Vasco casi termina en gol en contra de Joaquín García.
Todo San Lorenzo pidió un penal por un empujón a Andrés Vombergar. Y todo Vélez pidió penal por una mano de Gonzalo Luján. Ninguna fue revisada. En la última, con el local todo jugado en ataque, la visita derrochó de manera insólita un contragolpe a quemarropa. Igual, el triunfo en ese momento ya estaba asegurado.