Una princesa, un chamán y una boda extravagante y sobrenatural en Noruega

Noruega será escenario este sábado de una boda especial, sobrenatural. La princesa Marta Luisa, hija mayor de los reyes de Noruega, se casa en segundas nupcias con el estadounidense Durek Verrett, un “chamán”, según él mismo se define.

Marta Luisa tiene 52 años. La princesa lleva años asegurando que tiene poderes sobrenaturales, por ejemplo la capacidad de hablar con los ángeles. Asegura que es clarividente, que sabe ver el futuro y leer el pensamiento de las personas.

Sus historias las ha dejado plasmadas en varios libros. Durek Verrett, por su parte, asegura ser un “chamán de sexta generación” y entre otras cosas, vende carísimo un medallón que supuestamente confiere poderes sobrenaturales a sus dueños. Dos seres especiales que cruzaron sus caminos. O dos cantamañanas.

La pareja vive junta desde junio de 2022, cuando Marta Luisa lo anunció en su cuenta de Instagram, donde escribió que es una persona “muy espiritual” y que era especial “estar con alguien que apoya eso”.

Este sábado intercambiarán alianzas en un escenario bucólico en la localidad de Geiranger, un pequeño centro turístico al fondo de uno de los fiordos más visitados del país. A la boda, cuyos festejos varios empezaron este jueves, están invitadas 380 personas, entre ellas la princesa Victoria, heredera del trono de Suecia, a quien acompañará su marido Daniel.

La historia es de por sí extravagante por la personalidad de la pareja contrayente, pero se hace aún más disparatada cuando se piensa que, según Durek Verrett, quien ha sido “guía espiritual” de figuras de Hollywood como Gwyneth Paltrow o Antonio Banderas, él fue en el pasado faraón egipcio y ya estuvo casado hasta en seis ocasiones con Marta Luisa en seis vidas anteriores.

Los escándalos varios de Marta Luisa hicieron que en 2022 tuviera que renunciar a todas sus actividades oficiales como miembro de la Familia Real noruega y a su lugar en la línea de sucesión al trono.

Pero ese abandono de funciones oficiales quedó en algo teórico porque poco a poco la princesa volvió a tener actividades oficiales o a intentar ganar dinero gracias a su origen, con el visto bueno de sus padres. Como cuando ahora, para la boda, puso en venta una serie limitada de botellas de ginebra que llevan su cara y hacen referencia su rango de princesa real.

Marta Luisa y su esotérico futuro marido enfadaron también a los medios noruegos. La boda será a puerta cerrada y la pareja vendió la exclusiva a la revista de asuntos del corazón ‘Hello” y a Netflix, que hará un documental sobre los festejos.

Si no hay filtraciones, las únicas imágenes serán las que tomen los periodistas desplazados por esos dos medios. Porque Marta Luisa busca desde hace años rentabilizar cada momento de su vida a la vista del interés que generan todos sus movimientos.

La princesa no es una jovencita. A sus 52 años es madre de tres hijas y estuvo casada hasta 2016 con el escritor Ari Behn.

Su hermano Haakon, dos años menor, es el primero en la línea de sucesión al trono del rey Harald, uno de los monarcas europeos más respetado y querido, tanto por su población como entre sus pares coronados. Las leyes noruegas aseguran que el primogénito es el heredero al trono, pero esas leyes no estaban vigentes cuando nacieron Marta Luisa y Haakon.

Harald, ya anciano, debe tener fuertes dolores de cabeza con sus hijos más allá de los poderes sobrenaturales de Marta Luisa y de las extravagancias anticientíficas que escribe su futuro yerno Durek, como que las personas que sufren cáncer lo han elegido.

Marius Borg, hijo de la princesa Mette-Marit, esposa de Haakon (pero no hijo de Haakon, pues ella lo tuvo de una relación anterior) reconoció hace días haber golpeado a su novia cuando estaba bajo los efectos del alcohol y la cocaína.

Durek, afroamericano, denuncia racismo en las críticas que recibe: “los blancos nos escriben todo su odio y nos envían amenazas de muerte porque no quieren un hombre negro en la familia real”. Pero al viejo Harald parece habérselo ganado. El rey, que ya tiene 87 años, dijo en los últimos días que Durek es “un buen chico, muy divertido” y que, si “a veces no estamos de acuerdo en todo, podemos acomodar nuestras diferencias”. Hasta la próxima vida.