Entre mandriles y gorilas: zoológico a cielo abierto en la política argentina
¿La política argentina? Una mezcla entre Animal Planet y Gran Hermano. Mientras unos se golpean el pecho como gorilas de uniforme emocional, otros se tiran bananas ideológicas acusando a medio mundo de mandriles. Y en el medio, la ciudadanía, que no sabe si sacar una entrada para ver el circo o pedir jaula nueva.
Durante décadas, el lenguaje fue el arma favorita de los políticos criollos. Pero no un lenguaje fino, culto o enriquecedor: no señor. Hablamos de palabras que más que unir, sirven para revolear estiércol simbólico desde la tribuna.
La jaula de los gorilas
“Gorila”, ese clásico de la zoolingüística peronista, no es solo un insulto: es un género literario. Nacido en los años 50, el término se usaba para señalar a los que querían mandar a Perón al exilio y al pueblo a fregar pisos ajenos. Era el cuco con galera: conservador, pro-milico, anti-pueblo y con olor a agua de colonia importada.
Para el peronismo, decir “gorila” es como gritar “¡fuego!” en un teatro lleno de compañeros. Une, emociona, despierta el gen combativo y hasta justifica cualquier cosa, desde la lealtad ciega hasta el choreo emotivo.
El mandril libertario
Pero llegó Milei, el rockstar libertario con motosierra en mano, y no se quedó atrás. ¿Gorilas? ¡Eso es para jubilados ideológicos! El León trajo su propio zoológico y lo llenó de «mandriles», una especie nueva: político tradicional con cara de demócrata y alma de ñoqui crónico.
Para Milei, el mandril es el culpable de todo: de la inflación, del FMI, del precio del asado y hasta de la humedad en las paredes. No importa si es radical, peronista o extraterrestre: si no lo aplaude, es un mandril.
Y así, con su grito de guerra «¡Viva la libertad, carajo!» y su amor por el insulto académico, Milei logra lo que pocos: hacer que una cadena nacional parezca una función de stand-up con esteroides.
Zoología identitaria y otras yerbas
Lo interesante es que ni «gorila» ni «mandril» buscan entender al otro: solo marcar territorio. Porque en esta política de selva, todo es blanco o negro, amigo o enemigo, changuito o bestia.
La ciencia política ya tiró la toalla. Académicos como Cavarozzi y Alcántara advierten que estamos todos atrapados en un guion de Disney escrito por Tarantino: violencia simbólica, simplificación salvaje y un electorado que elige por bronca, no por esperanza.
Ni gorilas ni mandriles: basta de zoología barata
Basta, che. No somos primates con Twitter. Somos vecinos, laburantes, docentes, jubilados con el monedero flaco y la paciencia agotada. Queremos dejar de ser el zoológico favorito de América Latina.
Argentina no necesita más jaulas ni rugidos. Necesita menos show y más política de verdad. Porque mientras los leones se pelean con los gorilas y los mandriles tiran caca desde el Congreso, el pueblo espera que alguien —al menos uno— hable como humano.