Durante su visita a Buenos Aires, el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo, David McAllister, abordó una amplia agenda que refleja las prioridades estratégicas actuales de la Unión Europea (UE). En el centro de su paso por la región estuvo el acuerdo de asociación con el Mercosur, que, tras más de dos décadas de negociaciones, se encuentra en una fase decisiva.
Este acuerdo iría más allá del comercio, representaría una alianza estratégica entre democracias con valores compartidos y fuertes vínculos culturales, remarca McAllister, quien advierte que “sería un error histórico dejar pasar esta oportunidad”.
En relación a la guerra en Ucrania, el europarlamentario alemán alerta sobre el riesgo de que Rusia ataque a un país de la OTAN en menos de cinco años y llama a no ceder “ni un centímetro” ante la amenaza autoritaria de Putin. En ese marco, subraya la importancia de mantener la cooperación con aliados como Estados Unidos y Canadá, y hace énfasis en la necesidad de un rearme europeo para garantizar la estabilidad en un escenario global cada vez más volátil.
McAllister también menciona el cambio de postura de la UE frente a Israel, a raíz de las denuncias por violaciones a los derechos humanos en Gaza. Si bien defiende el derecho de Israel a protegerse del grupo terrorista Hamas, reclama un alto el fuego inmediato, mayor acceso para la ayuda humanitaria y respeto al derecho internacional. «La situación en Gaza es inaceptable, hay personas muriendo de hambre y sin acceso a medicinas“, dice.
Santiago Filipuzzi
–¿Qué impacto tiene la guerra en Ucrania sobre la política común de seguridad y defensa de la Unión Europea, y qué rol juega en este contexto la UE?
-La guerra volvió a Europa hace tres años y este es el cambio geopolítico más dramático desde 1945. Es una guerra liderada por un dictador [por Putin] con una agenda imperialista. Por primera vez desde el ‘45, un país está intentando anexar territorios de otro y someterlo a su esfera de influencia. Este tipo de guerras las vimos en el siglo XIX y a comienzos del siglo XX. Por eso, los ucranianos no están solo defendiendo su libertad y la integridad de su territorio: el futuro de Ucrania es también el futuro de la arquitectura de paz y seguridad de Europa. Los europeos, junto con nuestros aliados occidentales, apoyamos a Ucrania como nunca antes se apoyó a un tercer país: económica, humanitaria y militarmente. Nunca se sancionó tan fuertemente a un tercer país como a Rusia. Putin podría terminar la guerra mañana mismo, él es el único responsable. Necesitamos poner a Ucrania en una posición de fuerza que le permita negociar de igual a igual con Rusia un acuerdo de paz. Una paz justa y duradera.
–¿Cómo influye la posición actual de Estados Unidos en el rol que desempeña la UE en las negociaciones por la paz en Ucrania? ¿Qué cambios observa desde la asunción de Donald Trump?
-Vimos una cooperación sin precedente con Estados Unidos desde el inicio de la guerra y ocupa un rol crucial porque ha sido el mayor donante de ayuda militar y financiera para Ucrania. Con la nueva administración estadounidense, empezamos a escuchar señales contradictorias. Trump dijo que terminaría la guerra en 24 horas, pero entendió que tratar con Putin es tratar con un criminal de guerra en el que no se puede confiar. Instamos a nuestros socios estadounidenses para que sigamos cooperando estrechamente y para que Putin entienda que no puede alcanzar sus objetivos militares en el campo de batalla. Las negociaciones de paz deben evitar bajo todo concepto que Putin logre en la mesa lo que no pudo conseguir en el terreno. Tengo una enorme admiración por los ucranianos que están defendiendo no solo su tierra, sino también un modelo de convivencia. Porque esta guerra no se trata solo de Europa, el resultado definirá cómo vamos a vivir en el mundo que viene. Si Putin gana, significaría que el matón se sale con la suya, que tiene derecho a anexar territorios vecinos y someterlos a su control. Por eso, el desenlace de esta guerra está siendo seguido de cerca en China, Irán y Corea del Norte.
-En Canadá, el rey Carlos III expuso la posibilidad de que ese país se sume al programa ReArm de la UE. ¿Cómo cree que las recientes fisuras en la alianza transatlántica están reconfigurando el marco geopolítico internacional?
-El concepto de “rearmar” a Europa se basa en que debemos hacer más por nuestra propia seguridad y defensa, invirtiendo más y gastando mejor. Pero ¿cómo lo logramos? Si miras el gasto en defensa dentro de la OTAN, un solo país —EE.UU.— representa el 64% del gasto total. Todos los demás miembros —incluyendo Europa, el Reino Unido, Turquía y Canadá— suman apenas el 36%. Esto no es sano ni sostenible. Por eso necesitamos fortalecer el pilar europeo dentro de la OTAN. Otro problema es que el mercado de defensa europeo está muy fragmentado. Si queremos avanzar hacia unas fuerzas armadas europeas integradas —lo cual todavía está muy lejos—, el primer paso es una mayor compra conjunta de sistemas de defensa. Nuestros socios naturales que tienen una industria de defensa atractiva son el Reino Unido, Noruega y Canadá, que participan en el programa de movilidad militar de la UE, dentro de Pesco (Cooperación Estructurada Permanente).
-¿Cuál es el estado actual del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur? ¿Qué cronograma visualizan para su ratificación final?
-Este acuerdo demoró 25 años, pero estamos llegando al momento de la verdad. Lo más fascinante es la posibilidad de crear la zona de libre comercio más grande del mundo, con una población combinada de 700 millones de personas. El texto, que estará disponible en los 24 idiomas oficiales de la UE, está siendo revisado legalmente en Bruselas y esperamos que el proceso concluya entre julio y agosto. Luego se determinará la arquitectura legal del acuerdo, la cual definirá el camino de la ratificación que podría concretarse a fines de este año o principios del año próximo. Quiero resaltar que el acuerdo es mucho más que un tratado comercial. Llevaría nuestras relaciones a un nuevo nivel de asociación política, con más diálogo y cooperación en muchos ámbitos. Sería una señal geopolítica importante a favor del comercio libre. En un mundo donde aumentan las tendencias proteccionistas, no solo en Estados Unidos, este acuerdo sería una respuesta concreta a quienes creen que el futuro pasa por cerrar mercados, levantar barreras y subir aranceles. La respuesta debería ser exactamente lo contrario.
-¿Qué oportunidades le abre este acuerdo a la Argentina?
-Hay enormes oportunidades para la economía argentina y al mismo tiempo se fortalecería la cooperación entre dos bloques de democracias afines. Porque, a pesar de nuestras diferencias, compartimos valores, respetamos los derechos humanos y tenemos una clara división de poderes. Además, enviaría una señal clara al mundo: los países afines, con valores occidentales, pueden trabajar juntos. Lo que también compartimos con los socios del Mercosur es el respeto por el derecho internacional, y la convicción de que necesitamos reglas justas y respetadas. En Europa hay inquietudes sobre el posible impacto del acuerdo en nuestras normas de sostenibilidad y seguridad, así como en la competitividad del sector agroalimentario europeo. Pero no hay otro continente en el mundo que esté culturalmente tan cercano a Europa como América Latina. Por eso, aunque no suelo hablar de “pasión” en política, defiendo apasionadamente el acuerdo con el Mercosur.
-Esta semana, la UE anunció que podría revisar el acuerdo de cooperación comercial con Israel a raíz de las denuncias de violaciones a los derechos humanos en Gaza. ¿Qué perspectiva hay ante este posible giro en el respaldo europeo a Israel?
-En lo relativo al conflicto en Medio Oriente, es sabido que existen distintas posturas dentro de la UE, por lo que, aunque se anunció una revisión del acuerdo con Israel, cualquier decisión requerirá unanimidad, lo cual es difícil de alcanzar. Desde una perspectiva personal, como europeos afirmamos el derecho de Israel a defenderse. Israel sufrió un ataque sin precedente a manos de Hamas, una organización terrorista criminal, y no puede haber un futuro sostenible para Gaza mientras ellos sigan gobernando. Ahora bien, las operaciones militares israelíes deben respetar el derecho internacional humanitario. Demasiados civiles inocentes —niños, mujeres, personas mayores— han muerto. Por eso, desde Europa hemos pedido con firmeza un alto el fuego inmediato para frenar el sufrimiento y también la liberación urgente de todos los rehenes. Al mismo tiempo, instamos a Israel a permitir el ingreso de ayuda humanitaria. La situación en Gaza es inaceptable, hay personas muriendo de hambre y sin acceso a medicinas. Europa elevó el tono con sus socios israelíes por esto: el derecho a defenderse no puede significar una tragedia humanitaria de esta magnitud.