Perdió gas. Se le desacomodó el cubo de Rubik que tanto le había costado armar. Y ahora el título de campeón, ese que parecía al alcance de la mano, quedó a varios pasos de distancia aunque Vélez conserve la punta. Apenas dos puntos sobre Huracán, el rival de la última fecha del torneo, y cinco sobre Racing, que vuelve envalentonado desde su gran conquista en Asunción. Eso sí, tiene un consuelo el equipo de Gustavo Quinteros: se clasificó para la Copa Libertadores. Es un consuelo pírrico, tarde o temprano iba a conseguir ese pasaje.
Tiene que volver preocupado Vélez del Malvinas Argentinas. Es el tercer empate al hilo y van seis en los últimos siete partidos. En el medio le ganó a Tigre. Con un gol en contra. Todo un síntoma.
Se le cerró el arco al puntero. Pero es la consecuencia y la causa. El equipo perdió fluidez en el juego, intensidad en esa presión bien arriba que lo había caracterizado. Está enfermo de imprecisiones en los pases. En suma, perdió juego. Y a eso hay que añadirle que la mayoría de esos jugadores que se nombraban “de memoria” bajaron notablemente el nivel. Como será que Quinteros sacó a Pizzini y a Ordoñez al comenzar el segundo tiempo, después retiró a Romero y a Aquino y casi al final a Thiago Fernández. Sólo Marchiori, Valentín Gómez y Bouzat, más o menos, mantienen el nivel. Y el chico Pernicone cumplió en estos dos partidos que debió reemplazar a Mammana.
A pesar de todo eso, a pesar de que Godoy Cruz sólo fue un grano molesto,durante todo el partido más que una amenaza seria, Vélez pudo ganarlo. Y hasta debió hacerlo si la vara es la que mide las llegadas claras.
Ya sobre el final el travesaño se lo negó a Thiago Fernández y Jalil Elías la tiró afuera casi desde el punto del penal. Las dos jugadas habían nacido en gambetas de Maher Carrizo por derecha. Y casi en el descuento también se fue afuera un zurdazo de Bouzat.
No sufrió en defensa, más allá del gol anulado a los mendocinos por un offside muy fino pero offside al fin. Vélez había pagado la misma deuda un rato antes cuando Thiago dejó solo a Romero y éste convirtió. Estaba tan solo que su posición era ilícita.
Con poco, en un partido de vuelo bajo, Abrego se las ingenió para ser el “diferente” y manejar al Tomba. Sobre todo desde la pelota parada. Mejoraba si encontraba a Altamira como socio o eventualmente ponía a Andino en situación de desborde. Del medio hacia atrás, el local se sostenía sin dificultades con Leyes en el medio y Rasmussen en el fondo.
El partido errático de Aquino, su imprecisión en las cesiones y la lejanía en la que jugaba hombre del puntero facilitaba la tarea de un equipo que es mejor de lo que dice la tabla pero que vive en crisis interna a tal punto que la semana pasada renunció el técnico Daniel Oldrá. Este domingo lo reemplazó Esteban Pedernera. Y en el futuro, Dios dirá.
Se conformó Godoy Cruz con cerrar los camino a Petroli y en tratar de inquietar a Vélez con la tenencia y la amenaza de la profundización. Esto ocurrió pocas veces.
Vélez jugó dos partidos en uno. Uno contra el Tomba. Y otra contra sí mismo. Es evidente que presión pesa, que se acerca el tramo final y hay que estar a la altura. No lo estuvo. Pudo estirar a cuatro puntos su ventaja sobre el escolta y debió conformarse con los dos con los que fue a Mendoza. Y quedan nueve por disputar. Si ganaba quedaba aun paso de liquidar el campeonato. Ahora no. Y encima Racing puede alcanzar también los puntos de Huracán. Si Vélez pensaba que el rival era el Globo, ahora debe saber son el Globo y posiblemente la Academia.
Le queda otro consuelo: su fixture parece más accesible. Pero el equipo ya no da garantías
