Y, como no podía ser de otra manera, la vicepresidenta Victoria Villarruel parece ser su objetivo preferido en esta nueva temporada de «juego político». Caputo, el superasesor presidencial, ha perfeccionado el arte de sonreírte por la mañana y apuñalarte por la espalda al mediodía, y lo está demostrando con creces.
Mientras la vicepresidenta se esfuerza por mantener su control en el Senado, Caputo, bajo las órdenes de Javier Milei, ha comenzado a poner en marcha lo que muchos consideran el “ajuste final” para dejarla fuera del juego. Su objetivo no es solo quitarle los secretarios clave del Senado, sino despojarla de toda relevancia política, con la mano invisible del kirchnerismo levantando el telón de esta telenovela macabra.
Claro, Caputo no tiene miedo de la confrontación. ¿Por qué debería? Después de todo, es experto en lanzar bombas de humo y disparar desde la sombra. En lugar de salir con ideas frescas, lo suyo es socavar con una sonrisa en los labios y un tweet en la mano, siempre manteniendo ese aire de superioridad que tanto le gusta. Si algo le molesta a Caputo, es que alguien pueda cuestionar su habilidad para manipular los hilos de la política. Y la vicepresidenta Villarruel, que confiaba en ser la estratega detrás del Senado, se encuentra ahora a merced de un hombre cuya idea de “diálogo” es imponer su agenda y repartir poderes como si fueran fichas de un juego de mesa.
Mientras la vicepresidenta se arrastra por la sala, buscando salvar su control sobre el Senado, Caputo, con una sonrisa que podría congelar el alma, ya está un paso adelante, haciendo lo que mejor sabe hacer: dar el golpe, pero siempre con ese toque de elegancia que solo los verdaderos manipuladores logran mantener.