Si algo podía salir mal, anoche en Concepción salió peor. San Martín perdió 2-0 contra Platense, quedó último en su grupo y, como si fuera poco, el técnico Raúl “Purruco” Antuña dijo “hasta acá llegué” y se fue. Pero el show no terminó en el césped: en las tribunas hubo otro capítulo del culebrón barrabrava, porque en todos los clubes del fútbol argentino, si no hay quilombo, no es un partido completo.
Esta vez, la Policía decidió hacer de árbitro y separó a las facciones de la barra para que no terminaran a los botellazos entre sí. La solución fue de lo más creativa: mandaron a los de “La Nueva Generación” (LNG) a la Popular Sur (15 tipos) y a los de “La Banda del Pueblo Viejo” (LBDPV) a la tribuna Norte, la “oficial” (como si acá hubiera algo realmente oficial). ¿El resultado? En vez de pelearse cuerpo a cuerpo, optaron por insultarse a los gritos y hacerse gestos obscenos a la distancia, porque la violencia puede ser digital, analógica o, en este caso, tribunera.
La frutilla del postre la puso LNG, que, desde la Sur, cantó: “Ole le le, ola la, trajeron a las putas… la hinchada dónde está”. Todo con la elegancia de un cóctel en Buckingham. Lo más ridículo es que esta facción ingresó al estadio cuando el partido ya había empezado (¿tráfico pesado en la ruta del apriete?) y se retiró en el entretiempo, porque evidentemente tenían otras prioridades más lucrativas que ver a San Martín jugar decididamente mal.
La movida de la Policía evitó que hubiera piñas en la misma tribuna, pero también dejó al desnudo que el verdadero problema es que para esta gente San Martín no es el fútbol, sino el negocio que se mueve detrás. La prueba es que esta vez sí hubo bombos y percusión, pero ni una sola bandera. Los alambrados estuvieron más pelados que la tabla de goleadores del equipo.
El conflicto entre LBDPV y LNG explotó con el regreso de San Martín a Primera, porque claro, con el ascenso también subieron los ingresos y las oportunidades de “trabajo” (guiño, guiño). El resultado: detenidos, allanamientos, tiros, armas secuestradas y el verdinegro en el medio, rehén del eterno tira y afloje de los dueños de la tribuna. Mientras tanto, en la cancha el equipo sigue acumulando derrotas, porque está claro que en San Martín para muchos lo importante es el fútbol, pero para otros lo importante es vivir de las entrañas del club..

