La alianza con Orrego no solo es política: es terapia de grupo, maquillaje corporativo y cambio de imagen en un solo paquete. Después de tanto tiempo peleándose entre sí, ahora el partido parece un club de amigos que, por fin, descubrieron que juntos tienen más sillas en la mesa.
Luis Rueda y compañía se muestran sonrientes: “Estamos unidos”, dicen. Traducido al lenguaje político real: “Hicimos cuentas, vimos que solos éramos un grupito, y ahora queremos sentir que importamos”. Porque, seamos honestos, la política en San Juan es como un juego de mesa: si no formás alianza, terminás mirando cómo los demás se llevan los puntos y vos te quedás en la casilla de salida, mascando bronca.
Los militantes aplauden, aunque algunos no saben si aplauden la unidad o la coreografía. Y es que, en política, “unidad” a veces es solo un eufemismo de “nos alineamos para que nadie nos rompa más las pelotas”. Orrego entra al combo como el ingrediente gourmet: le pone glamour a un Bloquismo que, sin él, sería solo otro partido con logo bonito y pocas ideas concretas para recuperarse y pelear por el poder solo y de verdad.
Claro, como todo matrimonio político, hay letra chica. Cada acuerdo trae su precio: cargos, espacios, y el clásico “haces como que no ves mis metidas de pata y yo hago como que no recuerdo las tuyas”. La política sanjuanina, al fin y al cabo, es una telenovela con presupuesto ajustado: mucho drama, gestos dramáticos, y risas nerviosas cuando alguien mete la pata… otra vez.
En resumen: el Bloquismo está más fuerte que nunca… al menos hasta que lleguen las próximas elecciones. Porque en política, la fuerza no se mide en buenas intenciones, sino en cuántos votantes todavía recuerdan tu nombre cuando abrís la boleta. Y ahí, queridos lectores, comienza la verdadera cirugía: ajustar expectativas, cortar egos y suturar la imagen antes del show electoral.