San Juan amaneció convertido en un remix bíblico: lluvia furiosa, rutas cortadas, badenes que ya no son badenes sino fiordos noruegos, y autos flotando con dignidad dudosa. Las tormentas comenzaron como siempre: tímidas, discretas, y en cinco minutos estaban directamente audicionando para El Diluvio Universal II, versión cuyana.
La Ruta Nacional 150, esa serpiente gloriosa que une Jáchal con Rodeo, dejó de ser ruta y pasó a ser un curso hídrico con licencia para derrumbes. Las autoridades, pidieron no circular porque puede caerse, romperse, desmoronarse o, peor, salpicar la pintura del auto. Mientras tanto, otras rutas provinciales también entraron en crisis existencial: La 351 directamente dijo “hasta acá llegué, ustedes sigan sin mí”, La 436 quedó más intransitable que la anteriror, en la 318 todavía se puede pasar, pero solo si el conductor firma un documento en vida, dona órganos y se despide del perro.
Los badenes, convertidos en ríos con autoestima, avisaron que no aceptan vehículos ni negociaciones. Agua cruzando, barro bailando, pasto nadando… solo falta un delfín para pedir derechos de navegación. El pronóstico promete que la lluvia no terminó, no piensa terminar y no ve motivos para terminar. Volvería entre las 8 y 10 de la mañana, lo cual es perfecto: justo cuando el sanjuanino intenta salir a tomar aire, la naturaleza le dice “quédate, hoy no se trabaja, hoy se chapotea”.
Conclusión meteorológica y filosófica: San Juan está húmedo, las rutas están sensibles y el suelo está en modo spa europeo con exceso de líquidos. Si puede, no salga, Si sale, no maneje, Y si maneja… revise si el auto flota.

