San Juan en verano: 40 grados a la sombra, el asfalto derritiéndose y los helados duran menos que una promesa electoral. En este contexto infernal, aparecen ellos: los policías, patrullando parques y plazas en uniformes que parecen diseñados para explorar la Antártida. Pantalón largo, camisa de manga larga, borcegos… ¡Solo les falta el gorro ruso para completar el look de invierno eterno!
Uno los mira y no sabe si están patrullando o ensayando para una película de acción llamada «Misión Calor Extremo». Es que, mientras vos te derretís con una remera y shorcito, ellos parecen estar en una competencia de resistencia térmica. Si les ponés un huevo en el hombro, ¡seguro sale frito en dos minutos!
Y acá viene lo gracioso… o trágico. ¿Quién diseñó estos uniformes? ¿Un enemigo del aire acondicionado? A estas alturas, pedir que les den algo más fresco no es un lujo, ¡es una cuestión de derechos humanos! Ya que ellos nos cuidan, lo mínimo que podemos hacer es cuidarles los riñones, porque a este paso van a colapsar de deshidratación antes de que termine la temporada.
Así que, gente, misión de verano: si ves a un policía, dale una botella de agua fría, un abanico o, mejor aún, ¡un cambio de ropa! Que patrullen en bermudas y ojotas si hace falta. ¿Quién va a respetar menos a alguien que no está al borde de la combustión espontánea?
Y a las autoridades: basta de hacerlos trabajar como si estuvieran en Siberia. ¡Estamos en San Juan, en pleno infierno estival! Un poco de sentido común, por favor.