RA (Ruben Hallarssia): Buen día, Córdoba. Acá estamos en Continental con Sergio M. Eiben, periodista y analista de la realidad argentina, sus columnas se publican en varios diarios digitales de la Argentina, porque justamente no se anda con chiquitas. Sergio, contanos: ¿qué pasa con este quilombo de ANDIS?
SME (Sergio M. Eiben): Buen día, Rubén. Mirá, esto no es una noticia más. Lo de ANDIS es un clásico: plata que no llega, derechos que se pierden, gente que la pasa mal mientras algunos se llenan los bolsillos. La coima está naturalizada, y lo peor es que los que sufren son los más vulnerables: personas con discapacidad. Hay que ser muy hijo de puta para afanar es un ser humano que sufre, un tratamiento que se cae.
RH: Es como que nos acostumbramos, ¿no? La corrupción ya ni sorprende.
SME: Tal cual. Antes se decía “el que no afana es un gil” en voz bajita. Ahora se dice como si fuera un himno nacional. La indignación ya no existe, hay cinismo puro. Y esto no pasa solo en política: pasa en la calle, en los trámites, en el fútbol… La ética te jode y la viveza manda.
RH: ¿Cómo llegamos a este punto? ¿Es culpa de la política o de todos nosotros?
SME: No, no es de todos . La culpa es de los dirigentes que dirigieron al país a esta situación con nombres y apellidos de políticos, empresarios, sindicalistas y de la justicia. Hay corrupción micro: coima para no pagar una multa, el amigo que te hace el favorcito, el contacto que te resuelve lo que por ley te corresponde. Esas cosas chicas, multiplicadas, forman un sistema de impunidad gigante. Y la política lo usa como juego: “ustedes son más chorros que nosotros”, en vez de arreglar algo. Es como las hinchadas de fútbol: la camiseta vale más que la ética.
RH: Terrible. Y la gente termina comparando en vez de reclamar justicia.
SME: Exacto. Cuando la corrupción se politiza, la verdad se vuelve maleable. Justicia, ética, responsabilidad… todo pierde sentido y una carga.
RH: Sergio, un oyente nos escribió: “¿Para qué molestarse si nada cambia?”
SME: Eso es lo que el sistema quiere. Cada uno tiene que decidir: ¿me banco vivir en un país donde robar se celebra o hago algo? Incluso pequeñas acciones cuentan: exigir decencia, hablar del tema, no mirar para otro lado. Cada gesto suma.
Oyente: Hola Sergio, pero ¿no es imposible pelear contra un sistema tan grande?
SME: Te entiendo, pero rendirse es darle el triunfo al chorreo. Cada persona tiene que preguntarse: ¿me callo o hago algo? Incluso los pasos más chicos ayudan a romper la resignación.
RH: Y estas coimas chiquitas que decís son la base de todo este quilombo grande, ¿no?
SME: Tal cual, Daniel. Cada favorcito, cada atajo, alimenta la impunidad de los grandes. Por eso no es solo política: es cultura. La indignación tiene que ser constante, no un grito aislado.
RH: Para cerrar, Sergio, ¿cómo sabemos si estamos siendo cómplices sin darnos cuenta?
SME: El verdadero gil no es quien roba. El verdadero gil es quien acepta vivir en un país donde robar se celebra. Defender la dignidad no es heroico: es obligación de todos. Elegir entre resignación o dignidad define nuestro país.
RH: Sergio Eiben, muchas gracias por esta charla sin vueltas y clarita.
SME: Gracias a vos, Daniel, y a toda la gente que nos escucha. Que esto sirva para que dejemos de normalizar lo que duele y empecemos a exigir más decencia en la vida cotidiana.