Empuja River en los segundos finales. Va con el corazón y no muchas ideas. El 1-1 ante el puntero Vélez lo deja casi sin chances en la Liga Profesional. La tiene Franco Mastantuono de cabeza y Tomás Marchiori la saca al córner; tras el tiro de esquina, el que la erra es Facundo Colidio. Y se lamenta el Monumental cuando Yael Falcón Pérez culmina el duelo. El punto deja contentos a los de Liniers, más candidatos que nunca luego de una gran presentación en Núñez. Y le suma dudas al elenco que comanda Marcelo Gallardo, que sigue sin jugar bien a pocas horas del duelo crucial por Copa Libertadores ante Atlético Mineiro en Brasil.
Son 13 los partidos que lleva dirigidos Gallardo desde que regresó y todavía no se puede percibir a qué pretende jugar River. Eso ya debe ser una gran señal de alerta para el laureado entrenador, mucho más teniendo en cuenta el duelo del martes en Belo Horizonte. Juega mal River y por varios pasajes se parece bastante a un equipo poco trabajado, sin respuestas. Una imagen se repitió en la noche: los futbolistas locales -mayoritariamente los zagueros- abrían las manos con la pelota en los pies como buscando a quién darle el pase.
No tiene circuito de pases River y por eso le cuesta una enormidad plantarse en campo rival con la pelota dominada para crecer desde ahí. Gallardo no puede lograr que River sea prepotente, como sí lo hizo a lo largo de su anterior mandato. Casi que no pateó al arco en la etapa inicial, cuando antes sus delanteros se cansaban de tener situaciones de riesgo.
La sensación es que Gallardo está encaprichado con el esquema y con los intérpretes. Apela a un 4-3-3 el Muñeco, aunque coloca a los jugadores en posiciones que les quedan incómodas. Maximiliano Meza nunca en su carrera jugó de extremo por derecha como lo hace en River. Y al ex mediocampista de Independiente le cuesta una enormidad porque comúnmente juega de espalda al arco y aislado del resto. Encima, ante Vélez no se rebeló en ningún pasaje: no se movió de su sector. Lo mismo corre para Claudio Echeverri, anclado en la izquierda y alejado de la medialuna del área, su mejor lugar. Algo más: River aprovecha poco los espacios de la cancha y se va metiendo en un embudo; así, a los rivales se les hace sencillo contenerlo tan solo achicando espacios.
Y Vélez no necesitaba llegar al Monumental para demostrar que es el máximo candidato a quedarse con el título. Jugó con seriedad el Fortín, sin resignar su estilo pero sabiendo que un empate no era un mal resultado. Por eso fue ordenado y atacó cuando las circunstancias se lo permitieron. Pasaron lo justo y necesario los laterales. Y después de una trepada de Joaquín García por la derecha llegó el gol de Braian Romero, que conectó con el pecho un gran centro de Claudio Aquino. La diagonal de Francisco Pizzini fue clave para atraer la marca de los dos centrales, Pezzella y el chileno Paulo Díaz.
Metió mano Gallardo en el entretiempo: adentro Colidio y Pablo Solari, y afuera Meza y Echeverri. River fue entonces un equipo más lógico parado con un 4-2-3-1. Menos de un minuto tardó Solari en desbordar. De ahí llegaría el córner, la mano de Romero y el empate de Miguel Borja, que cortó una sequía de 5 partidos sin marcar.
Pero no creció River con el empate. Sí, pudo plantarse más arriba en el campo y generar situaciones. Ahí hay una buena para Gallardo, porque los locales tuvieron un par claras para ponerse en ventaja. Lo malo es que siguió perdiendo en el mediocampo, ahí donde la dejó chiquita Claudio Aquino, que insólitamente fue reemplazado. El enganche de Vélez se acordó de todos los parientes del técnico velezano. Antes de salir, puso mano a mano a Thiago Fernández, que perdió en el duelo con Franco Armani.
El tramo final fue de ida y vuelta, con Vélez cuidando su gran punto, que no solo le sirve para seguir en la punta, sino que se quita de encima a un rival de peso como River, a lejanas once unidades.
A River, entonces, le queda solo la Copa Libertadores. Y deberá mejorar para tener chances.