que el famoso desequilibrio entre salario y funcionamiento no es obra de magia ni de una conspiración estudiantil, sino una “orden divina” directa del Gobierno Nacional… bueno, en lenguaje administrativo, es una disposición. O sea, no es que las universidades estén decidiendo cortar presupuesto para comprar snacks, es el Gobierno quien hace la jugada.
La Subsecretaría de Política Universitaria funciona como ese tío que administra la billetera del grupo: cubre el sueldo del personal (la “plantita” que está ahí desde hace años, igual que ese teléfono viejo que no se cambia desde 2007) y deja solo un 10% para gastos de funcionamiento. O sea, hay plata para pagar gente… pero para fotocopias, café y lapiceras queda la “propina universitaria”.
Las universidades no pueden decir: “Bueno, recortamos gente para tener más vales de nafta”, porque el Gobierno solo manda plata para lo pactado. Y encima hacen cortes como el del Registro de Recursos Humanos (RHUN), que suena más a un grupo de rock que a un trámite burocrático.
La única forma de que la UNSJ mejore esa relación es conseguir plata extra, como quien busca monedas entre los sofás: haciendo convenios con gobiernos provinciales o empresas. Así logran que el gasto en salarios baje a un “relajado” 82%, aunque eso fluctúa más que el dolar en cualquier gobierno.
El «apriete» a los alumnos
Coca salió al rescate como héroe universitario para aclarar el tema de las marchas. Negó que haya “aprietes” para que los estudiantes vayan a protestar a cambio de beneficios académicos. Según él, la idea es “poco seria”…
Defendió que las marchas son absolutamente libres (como elegir entre una Big Mac o una Tasty en una juntada), y destacó la unidad de las 61 universidades nacionales como si fueran los Avengers de la educación. También rechazó que el sistema esté “captado por un único pensamiento político”… aunque todos sabemos que alguna vez hay que debatir sobre quién pone la música en la marcha.
En comparación con las privadas, Coca soltó un dato curioso: la tasa de egreso promedio en las públicas es del 25%, mientras que en las privadas llega al 40%. ¿La razón? Las universidades nacionales son como un buffet libre: ingreso irrestricto, cambio de carrera a gusto… lo que convierte a los estudiantes en auténticos trotamundos académicos.

