Desde la terraza del Brazo de Carlomagno, en las “columnatas” diseñadas por Bernini del hemiciclo Vaticano, la vista de la explanada de la plaza de San Pedro, la basílica y su campanario era sobrecogedora en la mañana del día de la asunción del Papa Francisco.
Bajo un cielo azul se veía la gente distribuida en corralitos y al jeep sin blindaje del Santo Padre con su “Capello” blanco, inmaculado, que avanzaba al grito de “Viva Francisco” o se apoderaba naturalmente y con alegría de la bandera de San Lorenzo. Su Master en comunicación ya estaba en marcha, en una mezcla de sencillez, firmeza y sabiduría.
Tal vez el más importante descubrimiento desde tan privilegiada visión de altura era la nueva economía de rojos, púrpuras, terciopelos, capas, musetas de armiño, rosetas de brocatos del siglo VII y mitras espectaculares, que hasta ahora representaban los colores y el señorío de la alta jerarquía de la iglesia en una ceremonia de tal magnitud. Francisco está muy lejos de la elegancia barroca del Papa Benedicto y su vestuario “vintage”.
En la asunción del nuevo papa argentino, la espartana escenografía marcaba el nuevo tiempo que se inició en el Vaticano. Había más negro, menos oro, escasas alfombras rojas, muchísimo menos púrpura en los obispos y cardenales sentados a la izquierda de la explanada, con la sola excepción del trono del Papa.
Esa palabra que él detestaba. Algunos hasta habían optado por una recoleta sotana negra. Un color que se unía al de los dignatarios invitados, que habían aceptado el negro riguroso del tradicional protocolo Vaticano. El color beige de las casullas de los que lo acompañaban en la misa contrastaba con la franciscana indumentaria discreta del Santo Padre, en el gran día de fiesta de los católicos.
«La mantilla blanca, coño”, gritaba un fotógrafo español y buscaba entre los invitados en la explanada, con su largo teleobjetivo, a la princesa Letiza, la futura reina. ”La Kirchner vino con sombrero sombrero”, observaba otro desde las alturas, en referencia a la entonces presidenta argentina. “Máxima se acerca a la Kirchner a saludar”, notaba otro. «Mira el turbante de la señora de Mugabe”. Una rara experiencia cubrir al Papa desde el cielo.
Una caótica cobertura periodística
Los periodistas, camarógrafos y fotógrafos habían llegado a las cinco de la mañana al Vaticano para poder ingresar a la Asunción del Papa, en uno de los peores y más caóticos “scrums” de la historia del periodismo.
Un montacargas los había depositado a 100 metros del piso. Ni bien se inició la ceremonia, la altura permitía visualizar que había menos gente que el primer Ángelus del Papa pero con idéntico fervor. Todos los periodistas bajaron a la carrera por una escalera medieval para poder estar cerca del Santo Padre, cuando despacito y antes de la hora prevista, avanzó entre la gente en su jeep blanco , bajó a bendecir un enfermo y definitivamente fue bautizado el Papa del Pueblo” , en esta inmediata luna de miel entre y sus fieles.

Todos vieron en las amplias pantallas televisivas, distribuidas en la plaza estratégicamente, que el Santo Padre se emocionaba detrás de sus anteojos, cuando el cardenal francés lo entronizaba como el nuevo descendiente de Pedro y colocaba su sencillo palio de lana blanca.
No autorizaba a los cardenales que se inclinaran ante él, que le besaran el anillo. Prefería el abrazo, cálido, humano ante la sorpresa y la sonrisa cómplice de los que llegaban a saludarlo. Esos primeros gestos simples, sencillos pero muy significativos para la iglesia que el quiere renovar, en un profundo compromiso con los más pobres.
Emoción de los argentinos en la Plaza San Pedro
La gente aplaudía al Papa con unción. Eduardo Fernández y su hija Florencia habían llegado desde La Pampa como peregrinos y miraban la ceremonia en la explanada, con una bandera argentina en la mano. «Dios querrá que algo nuevo comience para todos los argentinos con este Papa”, pedían.
No muy lejos de ellos, Marcos Ramírez y su esposa Sonia Yesconi habían doblado su cartel blanco, con la imagen de las islas Malvinas y una frase del entonces arzobispo Bergoglio: ”La herida está abierta”. Primero, la policía del Vaticano preguntó qué decía. Este operario argentino, llegado a Brescia hace 10 anos, le explicó que era una frase del Santo Padre. Después de una tercera visita,le pidieron que plegaran el cartel.
10 momentos en la vida de Jorge Bergoglio
Su llamado a ser sacerdote en la iglesia San José de Flores, la llegada al Arzobispado de Buenos Aires y otras fechas importantes en su vida antes de convertirse en Francisco.
10 momentos en la vida de Jorge Bergoglio
Su llamado a ser sacerdote en la iglesia San José de Flores, la llegada al Arzobispado de Buenos Aires y otras fechas importantes en su vida antes de convertirse en Francisco.
Nacimiento e infancia en Flores
Hijo de inmigrantes italianos y el mayor de 5 hermanos, vivió en la casa de Membrillar al 500.
La decisión más importante de su vida
A los 17 años, tras confesarse en la parroquia San José de Flores, tomó la determinación de ser sacerdote.
Seminario en Villa Devoto y noviciado de la Compañía de Jesús
Desarrolló un marcado sentido del orden, la austeridad, la humildad y el compromiso con los pobres.
La salud le juega una mala pasada
A los 21 años le detectan tres quistes en el pulmón derecho. Lo operan y le extraen la parte superior.
Sus inicios
Es ordenado sacerdote a los 32 años. Su primera tarea designada fue como maestro de novicios en Córdoba.
Su camino con los jesuitas
Es nombrado provincial de los jesuitas argentinos, cargo que ejerció durante seis años.
El reclamo por los curas jesuitas secuestrados
Durante la dictadura se reunió dos veces con Massera para reclamar por los sacerdotes Yorio y Calics.
Arzobispo de Buenos Aires
Tras la muerte de Antonio Quarracino, el 28 de febrero asume la conducción pastoral del Arzobispado.
Crece su prestigio en la cúpula de la Iglesia
Es creado Cardenal por el papa Juan Pablo II con el título de San Roberto Belarmino.
Un Papa del fin del mundo
Por primera vez se proclama un Papa surgido de territorio americano. Bergoglio tenía 76 años.
“Conmueve su sencillez y su humildad. Mi gran preocupación es que lo dejen hacer”, contó Sonia. “Se nota que está siendo tan querido, ¡tan rápidamente! En nuestro pueblo las gente nos recibe con felicitaciones, nos dicen: el Papa se parece a ustedes. Me encanta que el Papa sea nuestro”.
La ceremonia se celebró en latín, en griego y Francisco prefirió la homilía en su italiano aporteñado. Nunca se había visto tal magnitud de representantes de religiones y alas de la iglesia en la plaza de San Pedro. Patriarcas ortodoxos, la iglesia de Oriente, la comunidad judía, en un primer signo que el rabino argentino, Sergio Bergman, exultante como amigo del nuevo Papa e invitado especial a la ceremonia, llamó «el nuevo paradigma de la interreligiosidad”.
Era tan simple y al mismo tiempo tan conmovedora la ceremonia en un escenario único que Juliana Awada, la mujer de Mauricio Macri, lloró sin disimulo, aún cuando el Papa la abrazó después. La princesa Máxima de Holanda también estaba muy emocionada, mas allá de su status y la deferencia que el Nuevo Papa tuvo con ella a la hora de los saludos.
El Papa celebraba en la Santa Misa el comienzo del ministerio petrino en el día de San José, el fiel esposo de María. Allí desarrolló uno de los principales temas de su homilía: el “custodiar “a la gente, preocuparse por los otros, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que, a menudo, se quedan en la periferia de nuestro corazón”. dijo. Pero el “custodiar” requiere “ternura”.

“Para custodiar también tenemos que cuidar de nosotros mismos”, prosiguió el Papa Francisco. «Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida”, dijo el Santo Padre. «Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón porque ahí es de donde salen las intenciones buenas o malas”.
La presencia de Cristina Kirchner
En ese preciso instante, las enormes pantallas de televisión en la plaza de San Pedro, dirigidas por el equipo de comunicación de la Santa Sede, mostraron a la presidenta argentina Cristina Kirchner, en un único y primerísimo plano, con su inconfundible sombrero negro. La plaza aplaudía las palabras del Santo Padre y al mismo tiempo, los argentinos que entendían italiano miraban atónitos la simultaneidad entre las palabras y la imagen presidencial proyectada en la pantalla.¿Una casualidad?.
La homilía había sido distribuida antes por la oficina de prensa del Vaticano bajo embargo. El director de la emisión televisiva oficial la tenía frente a el cuando lanzó la imagen de la presidenta argentina al mundo entero. Nada es inocente en la Viña del Señor.
La comunión fue otra etapa conmovedora, emocionante. Miles de diáconos la dieron en la plaza, aun a personas que llevaban anos sin recibirla. El Papa Francisco está despertando una nueva unción entre los fieles que se habían alejado de la iglesia y en los jóvenes, que la podían mirar con indiferencia.
La ceremonia se acabó. El Papa comenzó a recibir a los dignatarios y la gente no se iba de la plaza. Esperaban que Francisco, en el último gesto de irreverencia, volviera a saludarlos, como si fuera el Padre Bergoglio.