Un estudio del Observatorio Pulsar de la UBA se hizo la pregunta del millón: Veamos cinco verdades incómodas, tan crudas que deberían servirse con sal gruesa y un vaso de fernet.
1. La confianza en los gobiernos dura menos que la batería del celular de un influencer.
Las lunas de miel presidenciales ahora son speed-dating institucional: te votan un domingo, y el lunes ya te quieren echar a patadas. La pandemia se llevó la paciencia ciudadana, y lo único que dejó fue la factura. Nadie quiere discursos lindos ni teorías libertarias recitadas a los gritos. Queremos soluciones, y las queremos ayer. Spoiler: no vienen en cadena nacional ni en TikTok con cara de loco suelto.
2. El ciclo de los presidentes es como el de la verdura: fresco, marchito, podrido.
En 2020, bastaba con cerrar todo y poner cara de “yo me ocupo” para subir 10 puntos. Hasta Alberto Fernández parecía que sabía lo que hacía (hasta que abrió la boca más de dos veces seguidas). Después llegó 2022, y la gente se hartó de vivir con miedo, sin plata y con gobernantes más perdidos que Adorni en un diccionario. Hoy, repuntan algunos números, pero es puro efecto placebo: lo que mejora es el marketing, no la realidad.
3. Gobernar una crisis no es para influencers con megáfono, es para adultos con ideas.
¿Querés caer como Bolsonaro? Negá la pandemia. ¿Querés durar menos que un café en Casa Rosada? Hablá de libertad mientras la inflación te parte la cara. La gente no quiere ideologías mágicas ni delirios de grandeza. Quiere que no se le incendie la heladera, que no lo maten por un celular, y que el presidente no parezca un personaje de “South Park” sin subtítulos.
4. Donald Trump volvió. Y con él, la distopía con peluquín.
En su segundo mandato (sí, el mundo está tan roto que eso pasó), tiene 44% de aprobación. Pero no se engañen: eso no es liderazgo, es sectarismo puro. El 90% de los republicanos lo banca como si fuera Jesús con bronceado de aerosol, y los demócratas lo odian con una intensidad nuclear. ¿Resultado? Una democracia estadounidense que parece un reality de Netflix: sangrienta, absurda, y con final abierto.
5. Ser presidente hoy es como ser bombero con manguera rota y los pantalones en llamas.
Crisis económica, guerra, inflación, fake news, y encima redes sociales donde te cancelan antes de desayunar. Gobernar requiere algo más que gritarle a la pared o citar a Hayek como si fuera un Pokémon. La gente quiere hechos. No versitos. No shows. No presidentes que parecen sacados de casting para remake de “Un loco suelto en el poder”.
En conclusión: los líderes de hoy son gerentes interinos de un Titanic ya hundido, que encima te quieren cobrar el salvavidas. La confianza ya no se regala. Y la paciencia ciudadana… está bajo cero y armada.
¿Liderar en tiempos de crisis? Ja. Con suerte, sobrevivir a la semana sin incendiar el país.