¿El Sindicato Médico “se metió”? No, decidió hablar, que no es lo mismo. Porque si hay algo que los médicos no pueden seguir tolerando, es el deporte olímpico local de: “acusar primero, investigar después, condenar siempre”. El Sindicato Médico no lanzó un comunicado tibio ni diplomático: tiró un bisturí conceptual directo al plexo de los que descubrieron que la justicia vende más si se la narra como un novelón.
Pero —y acá la estocada va en ambos sentidos— no todo el barro es para los fiscales. Ellos también están atrapados en el mismo ring que los galenos, ¿Quién los subió ahí? Segunda verdad: si los médicos sostienen la vida, los fiscales sostienen el Estado de derecho. Y en este carnaval donde cualquier influencer moral firma sentencia, son ellos los que tienen que explicar mil veces que investigar no es linchar, acusar no es matar reputaciones y pedir pruebas, no es persecución política.
Porque sí, claro que hay fiscales que hablan fuerte. Pero también hay médicos que cargan con el cadáver emocional de cada paciente que no pudieron salvar. No son asesinos seriales del sistema ni burócratas con toga y pluma: son los que entran en escena cuando el resto ya está en modo trending topic.
“Averigüen quiénes mediatizan buscando la condena social de los médicos.”
dijeron desde el gremio —y ahí dolió, porque fue cierto.
Pero también sería saludable averiguar quiénes convierten a los fiscales en monstruos sin alma cada vez que aplican el Código y no el rating. El teatro judicial-social tiene dos protagonistas ABSOLUTAMENTE INVOLUNTARIOS y una platea voraz: 1) el médico, culpable por existencia, 2) el fiscal, culpable por investigar. Y ahí aparece la tribuna digital de las redes sociales, culpable de nada y opinadora de todo.
La cosa es simple: si el médico no actúa, muere el paciente; si el fiscal no actúa, muere la República. Y en esa ecuación no hay opinadores que sirvan.
¿Pregunto de nuevo, quién subió al ring a los fiscales y a los médicos en una pelea sin sentido?. Hay un diagnóstico compartido. Porque en este circo el vestuario (médico o judicial) importa más que la función, y los aplausos vienen sin esperar el final del acto.
¿La conclusión? Defender a unos no implica fusilar a otros. Y si el ruido baja un segundo, tal vez entendamos que sin médicos no hay vida, y sin fiscales no hay ley.
Y sin ambos, solo queda show: el que cura, y el que investiga y condena o no, pero siempre los dos poniendo el cuerpo y la cara.

