Hace una generación, un carismático ex militar llegó al cargo más alto de Venezuela con la promesa de ofrecer una democracia más inclusiva, un sistema para el hombre común que transferirÃa los resortes del poder de la élite polÃtica al pueblo.
Ese hombre era Hugo Chávez, que en una votación democrática llevó una ola de descontento al palacio presidencial en 1999, fundando lo que él llamó la revolución socialista del paÃs.
Pero 25 años después, el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, supervisa un régimen autoritario que encarcela a los disidentes, tortura a sus enemigos y censura a los medios de comunicación.
El lunes, mientras estallaban las protestas contra Maduro en todo el paÃs y bandas armadas afines al Gobierno intentaban disuadirlas, los manifestantes del estado de Falcón, en el norte del paÃs, se subieron a una estatua de Chávez.
Primero intentaron cortarle la cabeza.
Luego, obstaculizados por su corpulencia, enviaron todo su gigantesco cuerpo metálico contra el suelo.
Venezuela está ahora aislada internacionalmente, tambaleándose por una crisis económica de una década y sufriendo una herida emocional abierta:
la pérdida de millones de ciudadanos que han huido al extranjero.
Steve Levitsky, experto en democracia de la Universidad de Harvard, calificó la votación del domingo como «uno de los fraudes electorales más atroces de la historia moderna de América Latina».

¿Qué le ha ocurrido a Venezuela?
¿Cómo es posible que una nación rica en recursos, que alberga las mayores reservas conocidas de petróleo del mundo, gobernada en su dÃa por una democracia imperfecta pero funcional, haya caÃdo tan bajo en tan sólo una generación?
¿Cómo es posible que un movimiento antaño respaldado por «el pueblo» haya perdido tanto apoyo que gran parte de la nación crea que tuvo que robar unas elecciones para mantenerse en el poder?
Historia
En los años setenta, cuando los precios del petróleo eran altos, la nación floreció.
Los ricos ganaban millones y los pobres se ganaban la vida dignamente trabajando para los ricos.
Venezuela era destino de emigrantes y refugiados de todo el mundo.
Reinó un periodo de estabilidad polÃtica y democracia, tras un acuerdo conocido como Pacto de Punto Fijo, en el que los principales partidos polÃticos del paÃs acordaron respetar los resultados electorales y trabajar juntos para evitar la dictadura, que habÃa asolado el paÃs en el pasado.
Pero cuando los precios del petróleo se desplomaron en la década de 1980, la pobreza y los precios aumentaron, al igual que el descontento con los lÃderes polÃticos.
En aquel momento, Venezuela se habÃa convertido en una «democracia de amigotes» en la que los miembros del sistema polÃtico bipartidista del paÃs servÃan sobre todo a sus patrocinadores y a sà mismos, afirma Phil Gunson, analista del International Crisis Group.
La gente salió a la calle para protestar por el aumento del costo de la vida.
Una serie de manifestaciones violentas, conocidas como el Caracazo, fueron la señal de un volcán polÃtico en ebullición.
En 1992, un joven militar lideraba un golpe de estado destinado a derrocar al Presidente Carlos Andrés Pérez, sÃmbolo de la democracia de amigotes.
El joven oficial era Chávez.
Pero tras una breve estancia en prisión, fue liberado y se presentó a las elecciones presidenciales.
En 1998, arrasó a los partidos tradicionales y obtuvo el 56% de los votos.
Como escribió el periodista Rory Carroll en su libro «Comandante», era un «candidato insurgente que decÃa a los venezolanos que su viejo modelo de dependencia del petróleo y polÃtica corrupta, su espejismo de desarrollo, habÃa muerto».
Fue más tarde cuando Chávez empezó a llamar «socialismo» a su movimiento y a configurar su revolución en torno a lo que Carroll denominó la «santÃsima trinidad» de Jesucristo, Karl Marx y Simón BolÃvar, el revolucionario que luchó contra el dominio colonial español en Sudamérica.

Andrés Izarra, periodista que más tarde se convirtió en Ministro de Comunicación de Chávez, dijo que cuando Chávez llegó al poder su objetivo era «acercar la democracia al pueblo», lo que significaba una nueva Constitución que incluyera nuevas herramientas, como los referendos, que permitÃan a los ciudadanos decidir sobre las polÃticas.
Significaba nuevas instituciones, llamadas «misiones», que eludirÃan los antiguos organismos gubernamentales para prestar servicios a los pobres.
Cambio
Y supuso un sistema en el que muchas personas resolvÃan sus problemas dirigiéndose directamente al presidente, escribiéndole cartas (conocidas como «papelitos«) en las que le suplicaban favores -un trabajo, un préstamo, una vivienda- y Chávez les concedÃa sus deseos.
A veces lo hacÃa en su programa de televisión, Aló Presidente, en el que se dirigÃa a los ciudadanos durante horas y horas.
Izarra apoyó inicialmente este sistema.
Pero acabó creyendo que la democracia directa era una ficción.
«Al convertirse en el único hombre que podÃa resolver los problemas del paÃs, Chávez habÃa socavado el propio Estado que se suponÃa que dirigÃa.
Chávez «era un hegemón», dijo Gunson, que construyó un culto a la personalidad.
«Era el lÃder mesiánico. Iba a llevarlos a la tierra prometida, y todo lo demás era un estorbo para él: cualquier control y equilibrio, división de poderes, cualquier tipo de sociedad civil, prensa libre, todo lo demás. Pero el proyecto de Chávez «era una estafa», dijo Gunson, «porque de lo que se trataba era de darle a Chávez más y más poder».
Quiebre
En 2002, un grupo de militares disidentes y miembros de la oposición intentaron derrocar a Chávez en un golpe de corta duración.
Poco después, los directivos de la poderosa petrolera estatal del paÃs protagonizaron una huelga nacional contra el gobierno que paralizó la economÃa durante meses.
Preocupado por la posibilidad de perder el poder, Chávez introdujo nuevas medidas de control, como la creación de una base de datos de ciudadanos que se habÃan adherido en 2004 a un intento de destituirlo mediante un revocatorio, lo que constituyó el núcleo de un nuevo sistema de vigilancia.
Sin embargo, Chávez seguÃa siendo enormemente popular.
Los precios del petróleo habÃan repuntado y el paÃs tenÃa mucho dinero.
El Estado amplió la educación gratuita, los subsidios, las becas y la atención médica.
Fue un icono de lo que los analistas denominaron «la marea rosa», lÃderes de izquierda de toda Sudamérica que querÃan emular a Chávez.
Levitsky, coautor del libro «How Democracies Die» (Cómo mueren las democracias), describió los años comprendidos entre 2004 y 2016 como un periodo de «autoritarismo competitivo»:
«El Gobierno abusa del poder y viola los derechos, de modo que la oposición juega en un terreno de juego desigual», afirmó.
«Pero hay un campo de juego, hay una oposición y hay una competencia real por el poder.»
Eso comenzó a cambiar cuando Chávez murió en 2013.
Su sucesor elegido a dedo fue Maduro, su vicepresidente, que carecÃa del carisma de su predecesor.
Pero el mayor problema del nuevo presidente era que los precios del petróleo estaban cayendo en picada, y la economÃa -extremadamente dependiente del petróleo y apuntalada por las subvenciones del gobierno que mantenÃan los productos baratos- empezó a entrar en barrena.
Ese año, Maduro ganó por un estrecho margen unas reñidas elecciones presidenciales.
Al año siguiente, su gobierno respondió violentamente a las protestas por la recesión económica:
el movimiento iniciado por Chávez perdÃa popularidad y Maduro iba a tener su muerte en sus manos.
En una votación celebrada en 2015, la oposición se hizo con el control del poder legislativo, una gran amenaza para el relativamente nuevo lÃder, pero Maduro encontró la forma de consolidar el poder.
En 2017 convocó la elección de un nuevo órgano que rivalizarÃa con el legislativo.
La votación para ello fue vista por muchos como una farsa, incluso la empresa que contabilizó los votos dijo que el recuento habÃa sido alterado en al menos un millón de votos.

Las fuerzas de seguridad aplastaron una nueva ronda de protestas y, en las elecciones presidenciales de 2018, los aliados de Maduro prohibieron presentarse a los mayores partidos de la oposición y a los principales polÃticos.
Descontrol
«La inflación se disparaba, las tiendas de comestibles estaban desabastecidas y los niños morÃan de desnutrición.
Entonces, Estados Unidos impuso amplias sanciones a la industria petrolera del paÃs, llevando la economÃa al borde del colapso.
Desesperado por conseguir efectivo, Maduro aflojó las riendas de la economÃa.
Los bienes empezaron a fluir y pronto el dólar estadounidense sustituyó al bolÃvar venezolano como moneda de facto del paÃs, pero el costo de los alimentos y las medicinas se disparó y la desigualdad se intensificó.
El cÃrculo Ãntimo de Maduro se convirtió en sinónimo de corrupción, incluida una trama en la que un empresario, Alex Saab, fue acusado de apoderarse de cientos de millones de dólares destinados a alimentar a los hambrientos de Venezuela.
El alejamiento de cualquier tipo de socialismo parecÃa haberse completado.
Como muchos venezolanos, Izarra, ex ministro de Comunicación, todavÃa tiene palabras de afecto para Chávez.
Hoy, la preocupación de Maduro «no es la pobreza de Venezuela, no es la democratización de Venezuela, no es ‘el poder para el pueblo'», dijo.
«Es ‘el poder para sus cleptócratas‘».
Añadió que ahora en Venezuela «hay más razones para rebelarse» contra el partido gobernante que hace una generación, cuando Chávez llegó a la presidencia prometiendo derrocar a la élite.
Julie Turkewitz es la Jefa de la Oficina Andina de The Times, con sede en Bogotá, Colombia, y cubre Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Perú.
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