Siempre recuerdo que el entonces cardenal Jorge Mejía, hombre sabio y santo, me
hablaba a mí, estudiante de Teología, de las “guerras olvidadas” de África. No
siempre llegan a ocupar grandes espacios en los MCS. Pero cosechan estragos en
poblaciones ricas en recursos naturales y pobres socialmente. ¿Cuáles son
algunas de las «guerras olvidadas» del 2024?
La que está alimentada por la fiebre del cobalto en el Congo Belga está haciendo
desastres. La guerra continúa en Sudán, que en el fondo controla los yacimientos
de oro. Y eso que los principales jefes de ambos países juraron ante el papa
Francisco que harían alto al fuego.
África es un Continente olvidado. Nos interesa poco, a la hora de la verdad.
Pagamos nuestra distracción hacia un continente de 1.400 millones de habitantes,
la única parte del mundo que sigue siendo una fábrica de juventud, además de una
extraordinaria reserva de recursos estratégicos. Se ha hecho caso omiso de la
promesa de ocuparse de África en sus crisis y en su enorme potencial.
Los errores occidentales son una mezcla de desinformación, incapacidad para
realizar inversiones estables que cuiden del medio ambiente, explotación de las
fechorías de potencias antagónicas africanas y subestimación de todas las noticias
positivas.
La actual “guerra por el oro” en Sudán es un ejemplo.
El oro está en su punto más alto, como refugio contra la inflación.
Una investigación del New York Times denuncia: «Mientras Sudán arde y su
población sufre hambre, se produce una fiebre del oro. La economía se ha
derrumbado, el sistema sanitario se está derrumbando, la capital es un montón de
escombros. Los combates han sumido a 26 millones de personas en la hambruna.
Mientras tanto, la producción y el comercio de oro están en su punto más alto».
Detrás de esta tragedia las responsabilidades miran a algunas potencias.
La mina de oro más grande es propiedad de los Emiratos Árabes. Las autoridades
sudanesas gastan las regalías comprando armas de China e Irán. Rusia ofrece
más armas a cambio de acceso naval al Mar Rojo y derechos mineros.
La “guerra del cobalto y el coltán” es otro caso que merece el análisis. Estos
minerales están en las baterías de nuestros celulares y coches eléctricos.
El cardenal Ambongo de Kinshasa, presidente de la Conferencia Episcopal
Africana, denuncia «las multinacionales que explotan las riquezas minerales del
Congo, generando guerra y violencia». La mayoría de las minas del Congo, el 76%
del cobalto del mundo, están bajo control de China. Beijing ha endeudado a la
mayoría de los países locales -incluida Angola, que debe a los chinos hasta 42 mil
millones de dólares-.
Los comportamientos depredadores de China, Rusia y otros no entran en el
discurso público: ni en Occidente ni entre las clases dominantes y las opiniones
públicas africanas.
Muchos intelectuales «afropolitanos», la diáspora exitosa que tiene una carrera
cosmopolita entre sus países de origen y Nueva York, Londres, París, saben que
acusar a Occidente es una vía segura para obtener premios literarios y
cinematográficos.
Hay, pese a todo, buenas noticias. La última encuesta del Afrobarómetro revela
que el 80% de los africanos tienen clara preferencia por la democracia.
En el norte de África, hay un fuerte crecimiento de la inversión en energías
renovables. Argelia multiplicará por siete su capacidad solar de aquí a 2025.
Marruecos está a la vanguardia. En Túnez, la transición energética suele ir
acompañada de empresas italianas.
“La guerra es una derrota para la política”, dice el papa Francisco. Es una
advertencia para comprender las «guerras olvidadas», luchar contra la indiferencia
y hacer todo lo posible para extinguir sus causas.
Muy interesante p. José Juan gracias por mandarlo