TÚNEZ.- En la turbulenta política de Medio Oriente, el pequeño emirato de Qatar se ganó un prominente lugar gracias a la versatilidad y pragmatismo de su política exterior.
Doha es a la vez capaz de albergar la mayor base militar naval norteamericana de todo Medio Oriente, mantener buenas relaciones con los talibanes afganos e Irán, y ser el principal mediador entre Israel y Hamas. Sin embargo, ello no lo ha librado de ser el sexto país de la región que sufre un ataque israelí en este caldeado verano boreal.
Si hay una lógica que permite explicar la naturaleza camaleónica de la diplomacia qatarí es la ambición de su líder, el emir Tamim bin Hamad al-Thani, de convertir a Qatar en una potencia regional.
Con una población de apenas tres millones de habitantes y una superficie que no llega a los 12.000 kilómetros cuadrados -la mitad que la provincia de Tucumán-, el emir Al-Thani no podía lograr su objetivo a través de un poderoso ejército o un PBI astronómico. En cambio, apostó por intentar mantener buenas relaciones con todos los países y actores de la región, y poder así desempeñar un papel de mediador.
“El ejercicio de la mediación en diversos conflictos forma parte de la marca país de Qatar. Y para poder hacerlo, es necesario hablar con todas las partes implicadas”, apunta Haizam Amirah Fernandéz, director ejecutivo del Centro de Estudios Árabes Contemporáneos (CEARC), un think tank con sede en Madrid. “Uno de los conflictos en los que ha mediado, y desde hace tiempo, es el de Israel contra Hamas. Y esto es así, porque tanto Israel como Estados Unidos creyeron que era conveniente. No es porque Qatar y Hamas sean lo mismo”, añade.
La relación entre Israel y Qatar es compleja, y se podría definir como un acuerdo de utilización mutua. Así, ambos colaboraron durante años para que Hamas asumiera una parte de la financiación del gobierno de la Franja de Gaza.
Como reveló The New York Times, el ejército israelí escoltaba a un funcionario de Qatar puntualmente a Gaza con maletines llenos de millones de dólares. Como ha reconocido el propio Netanyahu, el sostenimiento de la administración de Hamas tenía como objetivo neutralizar las presiones internacionales en favor de la solución de los dos Estados, y por tanto, la creación de un Estado palestino.
“La financiación del gobierno de Gaza permitía a Israel ahorrarse los gastos derivados de su obligación de proveer a la población de la Franja como potencia ocupante, de acuerdo con la ley internacional”, sostiene Amirah Fernández. Ahora bien, esta colaboración entre Doha y Tel Aviv no ha estado exenta de tensiones, por ejemplo, a causa de la labor informativa en Palestina de la cadena pública qatarí Al Jazeera, que no se ha cansado de documentar los abusos de la ocupación israelí de los territorios palestinos.
Por esta razón, tropas israelíes asesinaron a una docena de periodistas de Al Jazeera, la mayoría de ellos en la Franja de Gaza durante los últimos dos años. Ahora bien, fue en Cisjordania donde murió la más emblemática reportera de Al Jazeera, la palestino-americana Shereen Abu Akleh, a causa de las balas de un francotirador. Actualmente, Israel ha vetado la presencia de los periodistas de Al Jazeera tanto en Israel como en Jerusalén Este y Cisjordania.
A pesar de estos asesinatos, el pragmatismo ha evitado una ruptura de los contactos entre Qatar e Israel, que no mantienen relaciones diplomáticas de manera oficial. Ahora bien, el ataque contra la delegación de Hamas de este martes, que representa un ataque a la soberanía qatarí, podría ser diferente.
“Creo que esta vez habrá consecuencias. Es una violación de las reglas más elementales del derecho internacional el asesinato de los mediadores de la otra parte, y encima en el territorio del país que ejerce de mediador … Incluso los países más pro-israelíes de la región, como Emiratos, empiezan a ver a Israel como un problema”, señala Amirah Fernandéz.
Además de su rol de mediador, la cadena Al Jazeera forma la otra pata en la que se asienta la estrategia de promoción internacional del emir Al-Thani. Creada a mediados de los años 90, la emisora revolucionó el tedioso panorama mediático de la región, y se convirtió en un referente periodístico más allá de las estrechas fronteras qataríes. La invasión estadounidense de Irak en 2003 disparó su popularidad a nivel global. Gracias a un nutrido equipo de corresponsales, entonces Al Jazeera fue capaz de ofrecer una perspectiva diferente a la de los medios estadounidenses, como la CNN.
Con la eclosión de las “primaveras árabes”, Doha sintió que se abría una oportunidad única para ampliar su esfera de influencia. El antiguo orden se tambaleaba, nuevos actores aparecieron en escena, y Qatar se alió con Turquía para ofrecerles su apoyo con el objetivo de ganar nuevos aliados para el futuro. Esto significaba apoyar a los rebeldes libios, a los Hermanos Musulmanes en Egipto, o a las milicias sirias de la oposición al régimen de Bashar al-Assad.
Fue esa decisión de apoyar a los partidos islamistas la que abrió el cisma con Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Egipto, los cuatro países que decretaron un estricto embargo comercial a Qatar en 2017. Doha no cedió a las principales exigencias de sus adversarios, pero sí aceptó rebajar la cobertura crítica de estos países en Al Jazeera, lo que propició una reconciliación en 2021 y el fin del bloqueo. Otra vez sin enemigos en la región, Doha se hallaba en una posición perfecta para volver a ejercer su rol de mediador en el momento que Medio Oriente volviera a estallar, como sucedió el 7 de octubre de 2023.
 
															 
															 
															 
					 
							 
															
 
			
 
		 
		 
		