La cancha de hockey de Ferro Carril Oeste está copada por jugadoras de diferentes categorÃas, todas concentradas en sus tareas. Unas ensayan cóorner cortos, otras practican jugadas colectivas en una suerte de partido improvisado y hay varios grupitos que hacen trabajo fÃsico. Pero de vez en cuando, algunas -sobre todo las más chiquitas- se frenan para mirar de reojo a Agustina Converset, quien no pasa inadvertida porque es la arquera del equipo que el año pasado metió al club de Caballito por primera vez en la máxima división del Torneo Metropolitano de la AHBA.
Pepa, como le dicen quienes la conocen bien, pegó a principios de 2024 el salto de Intermedia para reemplazar a Charo Urrutia, la histórica arquera de la Primera que decidió dejar de jugar. «Era un peso muy grande, porque ella era una arquera buenÃsima y yo sentÃa que tenÃa que estar a la altura. Y al final, todo fue increÃble, una locura», le contó a ClarÃn, mientras acomodaba al costado de la cancha un bolso enrome en el que lleva todo su equipamiento.
Nadie se sorprendió por el convencimiento y la confianza con los que Converset encaró ese gran desafÃo y se transformó en una de las máximas figuras del plantel que se coronó campeón de la B y aseguró el cuarto ascenso en siete años. Son los mismos con los que llegó por primera vez a Ferro hace varios años y se animó a pararse en el arco, incluso cuando daba ventaja con un brazo menos.
Es que cuando tenÃa seis meses, a Agustina le amputaron el antebrazo izquierdo, en el que durante su gestación se le habÃa enredado una brida amniótica que le habÃa cortado la circulación. Era tan chiquita en ese momento, que para ella lo normal fue siempre vivir con un solo brazo. Y como en su entorno nunca la hicieron sentir diferente, jamás pensó que no podÃa jugar al hockey.
«Arranqué en el colegio. Ahà hacÃamos muchos deportes y a mà me encantaban todos. Hice esgrima, equitación, telas, gimnasia artÃstica, voley… HabÃa algunos que me costaban un poco más, por ejemplo el voley, en el que usás más los dos brazos. Pero de alguna manera resolvÃa. Me costaba, no me salÃa tan bien, pero me ganaban las ganas de hacerlo y lo terminaba haciendo igual», recordó.
«En el hockey empecé como jugadora hasta que necesitábamos una arquera para un torneo intercolegial. Como nadie querÃa ser jugar en ese puesto, nos turnábamos. Y cuando fui al arco una vez, me empezó a gustar. Después arranqué en Ferro con mi hermana, primero en la escuelita y cuando se creó la tira B me federaron como arquera». continuó.
Y aseguró: «Mi familia, mis amigos, el colegio y el club siempre fueron un 10, no me hicieron sentir diferente. Por ahà habÃa alguna mirada de más o cuando sos más chiquita que super sentÃs todo, cuando me miraban sà lo sentÃa un poco. Quizás también a la hora de andar en bicicleta o atarme los cordones, cosas que tardé más en aprender, pero lo hice. Mi entorno, que me ayudaba tanto y me contenÃa tanto, hizo que todo fuera mucho más fácil».
-Esa seguridad de que podÃas con todo, ¿te salÃa de adentro o venÃa de tu familia?
-Un poco de los dos. Cuando querÃa hacer algo, me encaprichaba hasta que lo lograba. Y tenÃa a mi mamá y a mi papá que me acompañaban siempre. Cuando dije que querÃa hacer hockey, capaz ellos pensaron «¿Qué quiere hacer esta chica?», pero me llevaron igual. Cuando quise seguir creciendo y jugar en Arquitectura, me cambiaron de club y me llevaban todos los dÃas hasta allá. Yo querÃa hacer de todo y ellos siempre me decÃan «Vos querés, vos podés».
-¿Alguien te dijo alguna vez ‘No, hacé otra cosa’ o te aconsejó probar con un deporte paralÃmpico?
-La verdad que no. Sobre todo en el hockey. En el club siempre me abrieron las puertas. Creo que también está en uno demostrar que podés y decir ‘Mirá puedo atajar’ y ponerse en el arco y bancársela. Cuando arranqué no tenÃa una manopla y era una desventaja, pero igual el equipo dijo ‘La queremos igual, la aceptamos igual’. Y de mi parte, fue querer todo el tiempo mejorar para estar al nivel. Por ahà sà me costaba un poco más, quizás llegaba menos a las bochas del lado izquierdo, pero me ayudaban a entrenarlo para poder conseguirlo. Entonces desde ese lado nunca me dijeron que no podÃa.
Durante los primeros años, Agustina atajaba sin manopla ni protección en el brazo izquierdo. Y para llegar a las pelotas que le tiraban para ese lado, se las ingeniaba para cruzar el palo que sostenÃa con el derecho. Pero en 2018, cuando pasó a Arquitectura porque se sentÃa lista para más y en Ferro el hockey todavÃa no estaba tan desarrollado, se dio cuenta de que asà daba ventaja. Y en ese momento, por primera vez sintió la necesidad de usar una prótesis.
«Cuando era chiquita mi mamá me insistÃa con el tema de las prótesis cosméticas y yo, siempre negada. Le decÃa que no me gustaba, no me sentÃa cómoda, no era yo. Y ella lo super entendÃa. Creo que querÃa ayudarme a mejorar el dÃa a dÃa, pero yo sentÃa que no lo necesitaba y estaba perfecto. Como me amputaron el brazo cuando era muy chiquita, siempre hice todo con mi brazo izquierdo asÃ. Hoy la única prótesis que uso es para atajar», recordó.
Encontrar la prótesis perfecta no fue fácil y Converset y su mamá se pasearon por los consultorios de varios médicos hasta que, a fuerza de prueba y error, dieron con un diseño que le servÃa.
«Necesitaba que no fuera muy pesada -las cosméticas pesan bastante- y que fuera del largo justo, porque si era muy corta no llegaba a las pelotas y si era muy larga, ganaba distancia pero perdÃa estabilidad y no tenÃa tanto control. Finalmente encontramos un doctor que me fabricó la primera que usé. Y yo después la cambié, me hice otra que es un poco mejor y me da más seguridad», explica.
El proceso de adaptación a la prótesis -que tiene la forma de una mano para poder agarrar la manopla de arquera- fue difÃcil. «Fue todo un tema y me costó un montón. No estaba acostumbrada y me daba cuenta que el brazo no me reaccionaba. Fue un perÃodo de decir ‘Che, esto me está costando de más, no estoy usando el brazo, me cuesta mucho’. Pero era entrenar, entrenar y entrenar y saber que en algún momento va a llegar. Y llegó», reconoció Converset, quien en 2019 volvió a Ferro.

-¿Tuviste que desarrollar una técnica especial para atajar con la prótesis?
-Lo primero fue arrancar a reaccionar más rápido con las bochas más cerca del cuerpo, porque al brazo no lo movÃa, no me reaccionaba, quedaba ahà quieto. Entonces tuve que empezar a moverlo de a poquito, hacerlo reaccionar. Y después intentar ir por las pelotas que estaban más lejos. Para eso, hubo que trabajar mucho el empuje de piernas para extender el alcance de la manopla, porque el largo del brazo claramente no me daba. Desde que llegué al hockey más competitivo en la tira A, estuve con entrenamientos fÃsicos y cognitivos. Ese estÃmulo extra me ayudó un montón.
«Cuando era más chica, a los preparadores fÃsicos no les daba mucha bola. Cuando habÃa que hacer ejercicios de brazos, yo hacÃa solo con el derecho o directamente no hacÃa. Hasta que llegó Mati y me dijo ‘¿Por qué vos no hacés? Agarrá una banda y ponete a hacer’. Y ahà me di cuenta que necesitaba esa fuerza, porque aunque tal vez cuando era más chica no usaba al brazo, de más grande iba a necesitarlo. Me cambió la vida, completamente. Hoy sigo entrenando con él, se vuelve loco buscando las formas de cambiar los ejercicios para que yo los pueda hacer y pueda entrenar», contó.
-¿El brazo dejó de ser una desventaja?
-Cuando arranqué, mi lado izquierdo era una desventaja, pero lo trabajé tanto que hoy no lo considero asÃ. Y además me hizo ganar otras virtudes. Me tuve que obligar a desarrollar por demás otros estÃmulos, como la potencia de las piernas o el uso del palo. Yo uso muchÃsimo el palo para atajar, porque en su momento lo cruzaba mucho para llegar a las bochas del lado izquierdo. Y creo que esas dos cosas, que las desarrollé bastante bien, son virtudes mÃas.
Todo el camino que recorrió Converset desde que empezó a jugar al hockey en su colegio fue alimentando cada vez más su autoconfianza.
«Es algo que cien por ciento se fue desarrollando. La vas ganando a medida que se van presentando diferentes obstáculos y vas diciendo ‘Yo puedo’ y lo seguÃs intentando. De chiquita, como siempre fui tan mandada con todo y tan testaruda con querer hacer las cosas igual, lo fui logrando. Y a medida que fui creciendo también. Empezar en la tira A de Ferro era un obstáculo gigante. Cada vez que perdÃa una bocha en el lado izquierdo era ‘Uf, es porque me falta un brazo’. Pero después pensaba ‘No, pará, a la arquera de al lado, que tiene dos brazos, le meten el mismo gol’. Entonces de a poco fui construyendo esa confianza», reflexionó.
Y agregó: «Creo que fue el deporte el que me dio la confianza para el dÃa a dÃa. Ver que en un lugar en el que es todo destreza fÃsica, yo podÃa estar a la par de otras personas aunque tenÃa un ‘problema fÃsico’ -entre comillas-, me hizo ganar esa confianza y me hizo decir ‘Si puedo con el hockey, puedo con todo en la vida’. El deporte fue lo que me dio la confianza y lo que me hizo ser quien soy hoy».
-¿Sos consciente de que cambiaste las reglas y abriste la puerta del hockey para otras chicas con un «problema fÃsico» como el tuyo?
-Creo que todavÃa no. Pero voy tomando consciencia a medida que me lo van transmitiendo las otras personas. Cuando jugamos con Banco Provincia, Delfina Merino, que es una Leona histórica, me vino a saludar, a felicitar por todo, y no lo podÃa creer. Pensaba ‘En qué momento llegué a jugar a ese nivel, que me conoce Delfina’. Con esas cosas y con las nenas chiquitas que te vienen a saludar, te piden fotos o te mandan un mensaje, te das cuenta el poder de transmisión que tenés hacia el otro. Y para mà es hermoso.
Una vida a full entre el hockey y la abogacÃa
«No tengo tiempo libre. Entre el trabajo, el estudio y el hockey… todo el dÃa ocupado», aseguró Converset. Y aclaró que aunque a la mañana trabaja en un juzgado desde hace tres años y a la tarde cursa la carrera de abogacÃa en la UBA -le queda un año y medio o dos para recibirse-, hoy su cabeza está más que nada metida en el deporte que la apasiona.

«Entrenamos a la noche, pero yo además sumó otros estÃmulos, como entrenamientos de arquera y con el preparador fÃsico», contó. «Siento que crecà mucho de golpe, pero también tengo un montón de cosas para seguir mejorando y entrenando, que es lo que estoy haciendo de a poquito».
Tan «mandada» en la vida como en el hockey, siempre está abierta a probar cosas nuevas. Por eso, durante un tiempo formó parte de la fundación Abrazo de Gol, que busca acercar a las personas con discapacidad al deporte. Tuvo que dejar porque las actividades chocan con los partidos del Metro, que son los sábados. Y a fines del año pasado se animó a contar su historia en una TED Talk. «El deporte fue un motor en mi vida y me hizo crecer un montón. Y me encanta transmitir eso», comentó.
Pepa se permite soñar con llegar a formar parte de un seleccionado algún dÃa, sobre todo después del gran torneo que hizo con sus compañeras de Ferro la temporada pasada.
El equipo del club de Caballito -que en 2017 todavÃa jugaba en la Primera E- se coronó campeón metropolitano de la B y saltó a la máxima categorÃa. Hoy, en su primera temporada en la A, Ferro marcha último en la tabla, aún sin victorias, con seis fechas disputadas.
«Fue una locura. Yo arranqué en quinta, después estuve en Intermedia, que es como una reserva en fútbol. Y el año pasado terminé en la Primera. Me entrené un montón, lo di todo, hicimos un torneo increÃble, muy bueno, y a fin de año conseguimos el ascenso», recordó Converset. «Ahora estamos disfrutando porque estamos jugando adonde nunca pensamos que Ãbamos a llegar. Es histórico para el club estar en la máxima categorÃa del hockey de Buenos Aires».