PARÍS.– Pero, ¿cuál es el problema que tiene Donald Trump con Europa, que ha decidido hacer todo lo posible para desacreditarla en la escena internacional? Esta semana, como si fueran un solo hombre, todos sus enviados al Viejo Continente han cargado contra los valores democráticos del bloque, no han dudado en injerirse en los asuntos internos de algunos de sus Estados, mostrándose abiertamente a favor de los movimientos más reaccionarios de la región y parecieron aceptar incondicionalmente todas las exigencias del presidente ruso, Vladimir Putin, para las futuras negociaciones de paz con Ucrania.
“Trump y su administración declararon una guerra ideológica a Europa. Eso es claro y evidente. La gran pregunta es por qué”, afirmaron los grandes titulares de la prensa europea en sus portadas de este sábado después del virulento discurso del vicepresidente norteamericano, JD Vance, en la Conferencia sobre Seguridad de Múnich.
A juicio del segundo de la Casa Blanca, la mayor amenaza para Europa no viene de Rusia ni de China, sino de haber renunciado a algunos de sus valores fundamentales. Con argumentos falsos o discutibles, Vance acusó a las viejas democracias europeas de ahogar la innovación, la libertad de expresión y la libertad religiosa.
Su discurso, en el cual también criticó con vehemencia la política inmigratoria del bloque, fue aplaudido y ratificado desde Washington por su jefe, Trump.
Poco antes, el vicepresidente norteamericano había lanzado un llamado implícito a una alianza entre la derecha y la extrema derecha neonazi en Alemania, fotografiándose con Alice Weidel, la líder de la formación de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), que según las encuestas debería llegar en segunda posición en las elecciones legislativas del 23 de febrero.
El domingo pasado, el candidato conservador Friedrich Merz, favorito en los sondeos para suceder al canciller Olaf Scholz, había afirmado que no formará alianza con el AfD. Un argumento que Vance utilizó para argumentar que “la democracia alemana no podrá sobrevivir si le dice a millones de electores que sus ideas y sus preocupaciones no merecen ser tomadas en cuenta”.
La de Vance fue una intervención agresiva y extemporánea –sobre todo en el marco de una conferencia destinada a la defensa y la seguridad– que provocó la inmediata reacción de todos los líderes europeos.
“Democracia no quiere decir que cualquiera pueda decir cualquier cosa”, le respondió secamente Scholz. “Desde la experiencia del nacionalsocialismo, los partidos democráticos en Alemania llegaron a un consenso: [establecer] un cordón sanitario contra los partidos de extrema derecha”, agregó el canciller en su cuenta de X.
Los alemanes “no aceptarán que terceros intervengan en favor” de la extrema derecha de la AfD a una semana de las elecciones, agregó el canciller en Munich. Sin embargo, a pesar de esas divergencias, los alemanes no darán la espalda a los estadounidenses y “seguirán comprando” material militar a Estados Unidos, aseguró Scholz.
En Francia fue el jefe de la diplomacia, Jean-Noël Barrot, quien reaccionó. “La libertad de expresión está garantizada en Europa. Cuando se está seguro de uno mismo y de sus valores no se siente amenazado por las críticas. Nadie está obligado a adoptar nuestro modelo. Pero nadie puede imponernos el suyo”, escribió en X.
Pero Vance fue sobre todo criticado por haber prácticamente ignorado el motivo central de su presencia en la Conferencia de Munich: el futuro de Ucrania.
“Una ocasión perdida”, afirmó el primer ministro noruego, Jonas Gahr Støre.
El silencio de Vance no hizo más que prolongar la incomprensión y la confusión en torno de la iniciativa de Trump para poner fin a la guerra en Ucrania.
“Entre las declaraciones públicas del secretario de Defensa, Pete Hegseth, y las de Vance, más las entrevistas seguidas de desmentidos, las posiciones contradictorias se multiplicaron en los últimos tres días”, señaló una fuente diplomática francesa.
LEAH MILLIS – POOL
El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, lamentó esa “cacofonía”, advirtiendo que si “uno se atiene a los hechos, no pasó nada en términos de negociación desde la conversación telefónica entre Trump y Putin”, el 12 de febrero.
Por su parte, un ministro báltico constató “una salva de ideas inconsistentes sin ninguna visión de conjunto”, mientras que un diplomático polaco comparó la estrategia de Trump con la de un lanzador de granadas para ver qué sucede después.
“Sí, hay mucha confusión”, reconoció el presidente lituano, Gitanas Nauseda.
El jefe de la diplomacia china, Wang Yi, aprovechó esa confusión para presentarse como defensor del orden internacional y el multilateralismo. A su juicio “todas las partes concernidas en suelo europeo y Europa deben jugar un papel importante en el proceso”.
Esa no es, en todo caso, la decisión que parece haber tomado la Casa Blanca. Según su enviado especial para Ucrania, Keith Kellogg, “Europa será consultada, pero excluida, de las conversaciones de paz entre Rusia, Estados Unidos y Ucrania”. A su juicio, si los intentos previos fracasaron se debió a la participación de demasiados países.
“Esto puede ser como la tiza sobre el pizarrón. Puede raspar un poco. Pero estoy diciendo algo que es totalmente honesto”, dijo Kellogg en declaraciones a la prensa.
“Si esto es verdad, vale la pena preguntarse cómo hará Estados Unidos, que ya descartó utilizar sus tropas para garantizar el acuerdo en el terreno y dejar esa tarea a los europeos, para decidirlo sin que estos últimos participen en las negociaciones”, analiza Patrick Martin-Grenier, especialista en cuestiones europeas.
Por su parte, el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, conminó a Europa en Múnich a dotarse de “sus propias fuerzas armadas” y a “lograr una política exterior unificada”. Con tono grave y una visible fatiga, tanto en la mirada como en la voz, el presidente ucraniano evocó abiertamente la posibilidad de que Estados Unidos abandone a Europa a su suerte.
“Seamos honestos. Nadie puede excluir la posibilidad de que Estados Unidos diga ‘no’ a Europa en una cuestión existencial para ella. Muchos de ustedes pueden sentirse frustrados por Bruselas. Pero seamos claros: si no es Bruselas, será Moscú”, concluyó el mandatario.
Por fin, al reaccionar a las intenciones de la Casa Blanca, Zelensky aseguró una vez más: “Ninguna decisión sobre Ucrania sin Ucrania, y ninguna decisión sobre Europa sin Europa. Europa debe tener una silla en la mesa cuando las decisiones que la implican sean tomadas”.
Por la tarde, Kiev anunció haber rechazado la exigencia de Estados Unidos de cederle el 50% de sus tierras raras a cambio de asistencia. La escandalosa pretensión se extendió como reguero de pólvora en la Conferencia de Múnich no solo por su audacia, sino porque ese país devastado por tres años de guerra parece verse obligado a llegar a un acuerdo con Estados Unidos para que siga defendiéndolo de la agresión rusa, que está por cumplir tres años el próximo 24 de febrero.
“Se trata simplemente de un chantaje. Trump se está vengando de Zelensky porque se negó a testimoniar en contra del hijo de Joe Biden”, señala el exembajador francés ante la ONU Gérard Araud.
En cuanto a su virulenta actitud contra Europa, los expertos coinciden en que también se trata de una venganza.
“Así como Trump se está vengando dentro de Estados Unidos contra aquellos que lo denigraron, también lo está haciendo con los europeos, perfectamente consciente de que la mayoría de sus líderes lo menospreciaron durante su primera presidencia”, explica Martin-Grenier.
Según la agencia de noticias Reuters, el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio; el consejero en Seguridad Nacional, Mike Waltz, y el enviado especial para Medio Oriente de la Casa Blanca, Steve Witkoff, viajarán a Arabia Saudita en los próximos días para comenzar negociaciones de paz.
Por su parte, el presidente de la comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Michael McCaul, agregó que “tenía entendido que Zelensky había sido invitado a participar”.