Parece que el romanticismo del siglo XXI ya no se mide en flores ni en serenatas, sino en espejos hechos trizas y vecinos con síndrome de espionaje involuntario.
La protagonista de esta tragicomedia, identificada como M.A., salió a aclarar que “no fue violencia, fue una discusión de pareja”. Claro, porque en Argentina hay discusiones y discusiones: unas terminan en silencio incómodo, y otras en una visita al cerrajero, al juez y al vidriero.
Según el relato oficial de la novia, el cantante Juan Cruz Rufino no le pegó, sino que “rompió un espejo”. Un detalle menor, si consideramos que en tiempos de redes sociales, los espejos son lo más cercano que nos queda a la autoestima.
Ella asegura que los vecinos escucharon los gritos “porque viven en departamentos muy pegados”. No, si la acústica del amor siempre fue un problema: el romanticismo no grita, pero el hartazgo sí tiene micrófono Dolby Surround.
Mientras tanto, la justicia evalúa qué fue más grave: el delito o el descargo en redes sociales.

