Con un ritmo pausado, medido, que cuida el peso de las palabras y los recuerdos que ellas traen, Clara Marman hace el esfuerzo por narrar el horror de aquel 7 de octubre: esa mañana junto a su pareja, Luis, y un grupo de familiares fueron secuestrados por el grupo terrorista Hamas, que la tuvo a ella de rehén por más de 50 dÃas. Cuenta cómo fue su lucha por sobrevivir al cautiverio sin perder la cordura. Hoy, su lucha es para lograr que la tragedia no quede en el olvido, asà como las 101 personas que siguen secuestradas.
«El cautiverio es un infierno, pero la incertidumbre de no saber qué pasa con los seres queridos no permite seguir viviendo», resume.
Clara y Luis Har fueron los dos argentinos rehenes de Hamas que expusieron en la mañana del martes en un plenario de las comisiones de Derechos Humanos y GarantÃas y de Relaciones Exteriores. Luis fue secuestrado en el kibutz Nir Itzjak donde vivÃa Clara, los hermanos de ella Fernando y Gabriela, y su sobrina MÃa, de solo 17 años.
Clara y Gabriela Marman fueron liberadas junto a MÃa, en una tregua de alto al fuego entre Israel y Hamás, el 28 de noviembre donde se liberaron mujeres y niños a cambio de prisioneros palestinos. Luis y su cuñado quedaron detenidos 129 dÃas, hasta que fueron liberados por por las Fuerzas de Defensa Israelà (FDI).
«Me es muy importante que el mundo escuche, que sepan lo que fue el 7 de octubre, el infierno que pasamos. Hay 101 rehenes que siguen pasando eso. Tuvimos suerte, por eso estamos acá. Es increÃble contarlo como suerte», comenzó a narrar Clara.
Según contó, ella habÃa invitado a toda su familia a su casa para pasar el fin de semana, con motivo de un cumpleaños. A las 6 de la mañana comenzaron a escuchar las sirenas: la casa está a 3 kilómetros de la frontera con la Franja de Gaza. Pensaron que serÃa una alarma de pocos minutos, pero se percibÃa que habÃa algo raro.
«Empezamos a sentir que era algo distinto, empezamos a recibir por redes que habÃa penetración de la frontera y que se iban acercando a nosotros. El refugio está preparado para misiles, pero no para el ingreso de terroristas», narró.
Según contó, los terroristas entraron rompiendo las ventanas y a los tiros. Abrieron el lugar y se los llevaron para afuera, a los gritos. La casa estaba repleta de atacantes, que daban vuelta los cajones buscando llaves para llevarse los autos.
«Estaban drogados, los ojos dilatados. Es algo que no nos vamos a olvidar en mucho tiempo», comenta Luis, quien sigue el relato. «Nos hicieron subir a la camioneta, que estaba llena de armas, bombas, balas. Y nosotros sentados sobre eso. Cinco terroristas luego subieron encima de nosotros como si no estuviéramos. Para ellos no éramos personas«, dice. Según su recuerdo, al costado iban viendo cómo los civiles se metÃan en sus casas para saquearlas, mientras que en la frontera amenazaban con lincharlos.
Luego llegaron a una ciudad, donde los hicieron entrar por un túnel oscuro. Los cinco miembros de la familia terminaron detenidos en una casa que estaba escondida detrás de la fachada de una obra en construcción. Allà estuvieron detenidos. En el caso de Clara, Mia y Gabriela fueron 53 dÃas, Luis y Fernando estuvieron 129.

Guerra psicológica, viajes mentales y formas de mantener la compostura: la rutina de los rehenes de Hamas
Según cuentan, cada amanecer tenÃan la rutina de pensar qué dÃa era. Lo hacÃan para llevar un registro del tiempo. Era, en definitiva, una de las formas de mantener la compostura. «Estar en cautiverio es un infierno. Perder la noción del tiempo, pensar en qué pensar porque no se hace nada. Cada minuto es eterno. Uno trata de concentrarse en sà mismo, pensar cosas que le hacen bien, alejarse de esa realidad tan cruel que va viviendo. Para tener algo podÃamos controlar, mi sobrina MÃa y yo desde el primer dÃa Ãbamos contando los dÃas. Hoy es domingo 8 de octubre, primer dÃa de rehenes», rememora.
«Yo trataba de hacer actividades, tratar de mover el cuerpo, caminar. Iban pasando los dÃas y el cuerpo dolÃa. Mi sobrina es una joven de 17, estábamos además muy alertas para protegerla a ella, no dejarla sola con los terroristas. HabÃa cinco de ellos con nosotros todo el tiempo», dice.
Cuenta además que tenÃan apenas una botella de agua para los cinco por dÃa, o que cada dos semanas traÃan un balde para que se laven entre ellos. «En eso nos apoyábamos, eso nos daba fuerza», recuerda.

Luis pone el foco en la guerra psicológica que les hacÃan durante el cautiverio. «Nos contaban todo lo malo que hacÃa el gobierno israelÃ. Lo único que recibÃamos era la información árabe. Lo tomábamos en cuenta, mucho no creÃamos, mucho era verdad. Cuando decÃan orgullosos que mataron 1400 civiles israelÃes. Cuando volvimos vimos que era una triste realidad», recuerda.
También comenta que lo increpaban por ser argentino: «Me decÃan ‘vos sos argentino, ¿qué hacés acá? Esto es Palestina ¿Para qué quieren volver (a los kibutz), si en 3 años los volvemos a explotar?'», los amenazaban.
Clara también remarca el momento del rescate, tras el acuerdo entre Israel y Hamas. «Pude encontrar a mis hijas, sentÃa la alegrÃa de estar con mis seres queridos pero desde el primer momento sentà que fÃsicamente salÃ… pero mi corazón seguÃa allá. El cautiverio es un infierno pero la incertidumbre de no saber qué pasa con los seres queridos no permite seguir viviendo», dice.
Luis y Fernando siguieron en cautiverio casi otros 50 dÃas. Allà comenzaron a buscar estrategias para mantenerse activos.

«Primero nos contamos la vida el uno al otro. (A Fernando) no lo conocÃa de toda la vida, ahora lo conozco más que a nadie. Fue una forma de pasar el tiempo. HacÃamos viajes mentales a Bariloche, Ushuaia, Mendoza. Asà iban pasando los dÃas. Otros dÃas estábamos tristes porque nos decÃan que se cayeron los convenios. Nos repetÃamos que cada dÃa que pasa es uno menos de prisión. SabÃamos que Ãbamos a salir», narra.
Finalmente, una noche escucharon una explosión y sintieron una voz que les hablaba. «‘Luis, ejército de Israel. Vamos a llevarlos a casa’, nos dijeron. Me sentà seguro, de una forma espectacular», recuerda.
Si bien ese dÃa terminó el calvario, siente que el horror de ese cautiverio no terminará. «No volvimos a ser los mismos. El 7 de octubre nos cambió la vida completamente a todos. Nosotros lo que hacemos hoy en dÃa es apoyar a las familias, darles esperanza y luz cuando podemos. Es como si tuviésemos una misión y por eso estamos hoy aquû, agrega.