Ni Marcelo Orrego lo quiere ver a José Peluc, y José Peluc no quiere saber nada con Marcelo Orrego. Están peleados desde hace muchos años. Los dos referentes de la oposición sanjuanina —uno con cara de seminarista en penitencia, el otro con look de rebelde sin causa— no quieren ni cruzarse para armar un frente común. Y así están: cada uno en su rincón, como boxeadores viejos que ya no pelean por el título, sino por el control remoto.
Dicen que no se hablan, que se mandan indirectas por Twitter, que si uno arma una reunión el otro se hace el ocupado… Vamos, ni los kirchneristas son tan odiadores. Orrego, con su habitual tono de misa de domingo, quiere liderar sin discusiones. Peluc, en cambio, prefiere prender fuego todo antes que sentarse con Orrego. La escena parece sacada de una novela turca: miradas cruzadas, silencios tensos y un pueblo que los mira diciendo: “¿En serio estos dos nos quieren salvar del peronismo?”
Mientras tanto, el peronismo los ve desde la vereda de enfrente comiendo pochoclo. Porque si algo saben hacer en el PJ es esperar a que sus rivales se autodestruyan. Y Orrego y Peluc están en eso, en una competencia por ver quién se queda con el premio de los votos en las elecciones de este año.
¿Un frente juntos para 2025? Por ahora, ni en sueños. Ni con terapia de pareja, ni con un café de unidad, ni con un cura, un rabino y un chamán. Lo único que podrían armar juntos es una mesa… pero para no invitarse.