Prepárense para la revolución urbana más audaz desde que inventamos la vereda angosta: el eje Cementerio-Plaza Belgrano dejará de ser pasadizo lúgubre para convertirse en pasarela fashion —versión criolla, claro, con perfume a chori y eco de chamamé.
Según el parte oficial (escrito, suponemos, con tinta de glifosato y purpurina), allí confluirán los siguientes milagros:
- Feria artesanal
Porque nada dice “progreso” como un imán de heladera tallado en pepita de algarrobo. Atención, turista: regatee fuerte; el primer precio trae “tasa patrimonial” incorporada. - Parque de juegos
Un área interactiva donde los niños podrán zambullirse en pelotas multicolor mientras sus padres practican el deporte contemporáneo: cazar Wi-Fi libre y sombra al mismo tiempo. Salud municipal promete suero antiespinillas gratis después de cada turno. - Gastronomía gourmet (sic)
Tranquilos: el pancho no desaparece, sólo evoluciona. Ahora se llama “hot-dog de autor”, lleva pan de cúrcuma, chorizo vegano (o vacuno que se autopercibe lechuga) y topping de salsa criolla deconstruida. Precio de lanzamiento: dos subsidios y el alma del primogénito.
Preguntas frecuentes que nadie hizo (pero deberían)
- ¿Por qué iniciar la ruta en el Cementerio?
Para recordarnos que, pase lo que pase, el final del recorrido está garantizado. - ¿Habrá estacionamiento?
¡Claro! Todo San Juan es un gran estacionamiento… salvo donde se necesita. - ¿Cuándo inauguran?
Fecha tentativa: “muy pronto”. Traducción: después de la foto con dron, antes de que el arco inflable se desinfle.
Queridos contribuyentes, celebren: el hormigón fresco y el glitter turístico prometen unir, al fin, a vivos y difuntos bajo un mismo techo fiscal. Agarren la billetera, el repelente y ese optimismo blindado que sólo se consigue en cuotas sin interés.
Nos vemos en la feria; yo llevaré un carrito de pochoclos… para ver si cotiza como “emprendimiento disruptivo” y, de paso, inflar el PBI con olor a manteca quemada.
—Su cronista, siempre listo para cortar la cinta… o la luz.