Diría Luis Brandoni…..»Ahí lo tenés al pelotudo…»
Martes 21 de enero, 20:00 horas: en el Centro de Salud René Favaloro aterriza un menor de 15 años con algunas heridas de bala en el tórax. Y ahí es cuando todos empezamos a preguntarnos: «¿Cómo se le ocurre a un chico tan joven meterse en un problema así?» Pero claro, al final resulta que el pobre pibe no fue víctima de un tiroteo ni de un ajuste de cuentas con mafiosos, ¡no, no! El verdadero culpable de sus heridas es… ¡una tumbera! Sí, esa vieja amiga de la fabricación casera que todos hemos querido tener en algún momento, pero, como no todos somos tan arriesgados, preferimos comprarnos un pack de pelotitas de ping-pong en su lugar.
Resulta que el joven estaba tranquilamente manipulando su tumbera (porque, claro, ¿quién no tiene una de esas en el fondo de su casa, a la par de las herramientas para arreglar el grifo?) y, como si fuera un experimento de química fallido, ¡pum! Explotó y lo dejó herido. ¿Qué podía salir mal, verdad? Un chico de 15 años, un arma casera y un poquito de mala suerte: la receta perfecta para una historia que no se cuenta en los cuentos de hadas.
Pero esperen, ¡la trama no termina ahí! El joven, después de un primer silencio absoluto (que es muy típico en los adolescentes, sobre todo cuando hay armas de por medio), finalmente le confesó a su madre la verdad: no hubo «bandas» involucradas, no hubo «ajustes de cuentas», simplemente estaba jugando al «Rambo casero» y, bueno, la tumbera hizo de las suyas. Un clásico, vamos.
La historia de este joven nos deja muchas lecciones: por ejemplo, no hay que subestimar el poder de una tumbera (ni el de una madre curiosa), y, en segundo lugar, no todo lo que brilla es oro, a veces es solo pólvora mal manejada. Ojalá este chico aprenda algo del asunto, como que, tal vez, lo de ser el «héroe del barrio» no siempre implica ir armado.